La Iglesia no deja de recordar que "la dignidad de todo ser humano tiene un carácter intrínseco y vale desde el momento de su concepción hasta su muerte natural". Partiendo de este valor intangible de la vida humana, el magisterio eclesial siempre se ha pronunciado contra el aborto". Así lo señala el Dicasterio para la Doctrina de la Fe en la Declaración "Dignitas Infinita".
Al respecto, escribe San Juan Pablo II: "entre todos los crímenes que el hombre puede cometer contra la vida, el aborto provocado presenta características que lo hacen particularmente grave y deplorable. (...) Pero hoy, en la conciencia de muchos, la percepción de su gravedad se ha ido oscureciendo progresivamente. La aceptación del aborto en la mentalidad, en las costumbres y en el derecho mismo es un signo elocuente de una crisis muy peligrosa del sentido moral, que se vuelve cada vez más incapaz de distinguir entre el bien y el mal, incluso cuando está en juego el derecho fundamental a la vida", acota.
"Ante una situación tan grave, necesitamos más que nunca la valentía de afrontar la verdad y llamar las cosas por su nombre, sin ceder a compromisos convenientes ni a la tentación del autoengaño", subraya el documento.
Precisamente en el caso del aborto se está difundiendo terminología ambigua, como la de "interrupción del embarazo", que tiende a ocultar su verdadera naturaleza y atenuar su gravedad ante la opinión pública, añade luego.
Pero "ninguna palabra puede cambiar la realidad de las cosas: el aborto provocado es el asesinato deliberado y directo, cualquiera que sea el modo en que se realice, de un ser humano en la fase inicial de su existencia, entre la concepción y el nacimiento". Los niños por nacer son, pues, "los más indefensos e inocentes de todos, a los que hoy queremos negar la dignidad humana para poder hacer con ellos lo que queramos, quitándoles la vida y promoviendo una legislación para que nadie pueda impedirlo", completa el mensaje.
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS © Copyright ANSA