Ursula von der Leyen ganó y convenció en la primera mitad de su partido con la idea de un "bis". Pero el juego no terminó y todo está muy lejos de eso. Llegó a Bruselas la hora de las negociaciones, de los pequeños grupos, de los viajes evocados, amenazados y soñados. Llegó el momento de formar esa mayoría que pueda proteger no solo a la exministra alemana sino a todo el paquete de altos cargos.
La avalancha soberanista, en el frente proeuropeo, desencadenó un reflejo incondicional: unirse para mantener intacto el equilibrio. Von der Leyen y Manfred Weber anunciaron que en las negociaciones partirán del diálogo con socialistas y liberales, obteniendo una apertura inmediata. Pero con una condición: Giorgia Meloni no debe formar parte de la coalición.
Sin embargo, para bien o para mal, todos tendrán que tener en cuenta a Meloni y Marine Le Pen en la UE. El diálogo entre el PPE (Partido Popular) y el líder de la Rassemblement (Asamblea Nacional) nunca fue concebible. Lo de Meloni, sin embargo, era una posibilidad concreta hasta hace un puñado de días.
Ahora Von der Leyen debe actuar con mayor cautela. Abrirse explícitamente a Meloni significaría perder los votos del S&D y Renew (Renovar Europa), o al menos parte de ellos.
"Si el PPE negocia con los conservadores y los reformistas no estaremos allí", advirtió el Partido Socialista Europeo. "No hay acuerdo con Meloni, con PiS (Ley y Justicia, derecha polaca), con Reconquete (ultraderecha francesa). Es la extrema derecha y queremos preservar el cordón sanitario", añadió la líder del grupo Renew, Valerie Hayer. Ambos socios del PPE tienen el mejor comodín para jugar con los "populares": son indispensables para reformar la llamada "mayoría Ursula".
El PPE, acostumbrado desde hace décadas a negociaciones complejas y levantinas, es perfectamente consciente de ello. Al mismo tiempo, tiene toda la intención de poner sobre la mesa una cuestión: son los ganadores de las elecciones europeas frente a un eje franco-alemán que salió casi hecho pedazos de la ronda electoral.
El PPE lo dirá claramente en las negociaciones entre los grupos parlamentarios y entre los líderes europeos, pidiendo que se respete el resultado de la votación. Comenzará el 17 de junio con la cena informal de los 27.
Los negociadores serán Donald Tusk y Kyriakos Mitsotakis por el PPE, Pedro Sánchez y Olaf Scholz por los socialistas. En realidad las conversaciones ya han comenzado. Se esperan las primeras reuniones informales de los grupos en Bruselas. Al margen del G7, es casi seguro que los líderes europeos hablarán de los puestos más altos. Puntos fijos, dijeron.
Von der Leyen dejó claro que en las negociaciones partirá del PSE (Socialistas y Demócratas) y de "las grandes familias europeas que han colaborado bien" pero dejará "las puertas abiertas" a otros. Muchos se preguntan, a quién. Los líderes del PPE, incluidos los jefes de Estado y de Gobierno, hablaron de eso en una primera reunión por videollamada.
La primera pista apunta a los Verdes, aunque nadie puede descartar nada por el momento. Por ejemplo, una parte del PPE podría prescindir cómodamente de abrirse a los ecologistas. Pero los Verdes son pro Ucrania y son una garantía para la protección de ese Pacto Verde que la derecha y los soberanistas tienen como primer objetivo para derribar.
La mayoría de Úrsula, sin los Verdes, es de 400 escaños, 40 más de los 360 necesarios. Con los 53 miembros de Los Verdes, el peligro de los francotiradores también sería mínimo. Un peligro que, sin embargo, existe. Basta ver la cautela de Antonio Tajani, para quien "todavía es pronto" para hablar del "bis" de Ursula.
La derecha ciertamente no está mirando. El miércoles, Le Pen y Matteo Salvini decidirán en Bruselas si reabrir la puerta al AfD y harán balance de las perspectivas del grupo ID (Identidad y Democracia), que salió fortalecido, al igual que la ECR (Conservadores y Reformistas).
No se excluye la hipótesis de un solo grupo. Viktor Orban lo ha vuelto a apoyar. Pero en ese momento el posicionamiento de Meloni estaría en el frente opuesto al de Von der Leyen, y sería poco probable que encontrara la alquimia política para acercarse.
A todo ello hay que sumar el último enigma, el de los casi cien no socios. A menudo se trata de partidos ex novo, lo que podría fortalecer aún más a los soberanistas.
Algunas delegaciones, sin embargo, irán al PPE, otras se distribuirán entre los liberales, el S&D y la izquierda. Mucho dependerá de los programas, mucho de la oferta. El Barrio Europeo podría transformarse en un único y gran tablero de ajedrez.
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