(ANSA) - ROMA, 05 NOV - Rusia está mostrando nuevamente sus
músculos al probar un misil balístico intercontinental capaz de
transportar ojivas nucleares, poco después de revocar la
ratificación del tratado que prohíbe los ensayos atómicos.
Una forma de aumentar la tensión nuclear, mientras Kiev
afirma haber atacado un barco ruso en el astillero Zaliv, donde
se construyen buques de la Armada rusa en la Crimea ocupada:
como para dejar claro que "la flota del Mar Negro de la
Federación Rusa no estará" en la península, afirmó el jefe de la
oficina presidencial ucraniana, Andry Yermak.
El lanzamiento del misil ruso Bulava, el primero en
aproximadamente un año, se llevó a cabo en el Mar Blanco desde
el "nuevo submarino nuclear estratégico Emperador Alejandro III"
de cuarta generación, dijo el ministerio de Defensa ruso en un
comunicado.
El misil -continuó el ministerio- alcanzó su objetivo en un
campo de pruebas en la península de Kamchatka, en el Lejano
Oriente ruso.
El Bulava, código SS-NX-30 en la clasificación de la OTAN,
tiene un alcance de 8.000 kilómetros y una longitud de 12 metros
y puede equiparse con diez ojivas nucleares. Y el submarino
Emperador Alejandro III clase Borei está equipado con 16 de
estos misiles, según el ejército ruso.
Una potencia de fuego devastadora que pone de relieve el
nivel de amenaza atómica que posee Rusia. Y que conoce cada vez
menos limitaciones, desmantelada pieza por pieza por el gobierno
ruso de Vladimir Putin.
El pasado jueves, el líder del Kremlin promulgó una ley que
revocaba la ratificación por parte de Moscú del Tratado sobre la
Prohibición Total de los Ensayos Nucleares. Un acuerdo que nunca
entró en vigor porque fue ratificado por muy pocos estados, ni
siquiera por Estados Unidos.
Moscú, en cualquier caso, destacó su intención de seguir
respetando la moratoria de los ensayos nucleares, a pesar de que
desde el inicio del conflicto en Ucrania, Putin habló
abiertamente en repetidas ocasiones sobre el uso de armas
nucleares, incluso mediante el despliegue de armas nucleares
tácticas en Bielorrusia este verano.
La amenaza, por tanto, persiste, mientras los combates
continúan sobre el terreno y la diplomacia no encuentra ningún
atisbo de paz.
De hecho, Moscú y Kiev permanecen inamovibles en sus
posiciones, al igual que sus aliados, aunque con algunas tímidas
declaraciones más dictadas por el pragmatismo que por
intenciones de apertura: en esta dirección van las palabras del
portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, según el cual las
relaciones entre Rusia y Estados Unidos "están en cero", pero
"dado que tanto nosotros como Estados Unidos tenemos una
responsabilidad especial por la estabilidad global y
estratégica, de una forma u otra tendremos que reanudar el
diálogo".
El presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, aseguró que "no
está preparado" para hablar con Putin, mientras tiene que lidiar
con lo que parece ser un cortocircuito entre la presidencia y la
dirección militar sobre la marcha de los enfrentamientos en el
frente.
El líder ucraniano, de hecho, aseguró que la guerra no está
paralizada, como afirmó el comandante en jefe de las fuerzas
armadas ucranianas, Valeriy Zaluzhny, en una entrevista el
pasado jueves con The Economist. Y abre una polémica con el
expresidente estadounidense Donald Trump, candidato a la Casa
Blanca en las elecciones de 2024.
"Dijo que en unas 24 horas podrá hacerlo y poner fin a la
guerra. ¿Qué puedo decir? El también es bienvenido", afirmó el
líder ucraniano, invitando al magnate a Kiev.
"Si puede venir aquí, necesitaré 24 minutos, no más, para
explicarle que no puede resolver esta guerra" en tan poco
tiempo, dijo Zelensky, añadiendo que "no sabe" si Trump querrá
apoyar a Ucrania en caso de victoria el próximo año. (ANSA).
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