Diana, nombre de guerra Phoenix, quería ser actriz. Era su sueño desde niña y estudió en la escuela de teatro de Kiev. Carrera difícil, como en todo el mundo, el éxito es de unos pocos, el olvido de muchos. Luego vino la guerra. La real, la del 24 de febrero.
Diana se alistó para salvar a Ucrania. Ahora vuela drones en la unidad de comando de élite Aguilas Blancas del ejército. Y de paso, enseña lo que sabe hacer a otras chicas, en la que probablemente sea la única escuela de pilotaje de drones del mundo dedicada a mujeres.
Estamos a 20 kilómetros de la capital. En medio de los campos. Alina y Zhenia, que estudian medicina y ya trabajan en Medichinii Desant, una ONG comprometida con llevar ayuda a las zonas desocupadas por los rusos, se reúnen con Diana y el instructor jefe Dima -conocido como Dynamo, como el equipo de fútbol- para su tercera lección. Son siete en total, un curso acelerado.
Luego el examen y la patente. Hoy perfeccionarán la técnica de identificación de un objetivo con coordenadas GPS -se utiliza para corregir el fuego de artillería- y luego intentarán alcanzar un objetivo con una granada desde 100 metros de altura.
En sus manos tienen drones de libre disponibilidad en el mercado, modelos que cualquiera puede comprar online. Pero con algunos ajustes se convierten en algo completamente distinto.
En este conflicto se mezclan técnicas 15'-18' con maniobras de Star Wars: Alina y Zhenia no quieren quedarse atrás.
"Como soy médico, debo servir en el ejército y esta guerra es híbrida: por eso creo que cada ucraniano debe tener algunas habilidades universales para poder ayudar a nuestro país", dice Alina. "Nos gusta el ejemplo de Israel, donde cada persona, independientemente de si es mujer u hombre, debe servir en el ejército y, cuando sea necesario, puede defender su país".
El truco está en entender cómo. "No todos tenemos la fuerza física para ser tiradores u operadores de mortero", explica Diana. "Entonces, ¿qué nos ofrecieron? Sentarnos a hacer trámites o algo así. Y no es interesante. Por supuesto, ese trabajo también es necesario. Pero es mejor cuando participas directamente: esta es una oportunidad para que las mujeres sean una unidad de combate activa como hombres".
Por lo tanto, no es casualidad que se esté produciendo un verdadero auge en el sector de los drones, que se construyen cada vez más "internamente", desempolvando así un pasado glorioso en el sector de la aviación: Ucrania fue el buque insignia de la industria soviética y Antonov. sigue activo.
El impacto, dicen Alina y Dima, se sentirá incluso después de la guerra. Pero ¿cómo nació la escuela? La respuesta viene del SUV Mercedes que aparece a mitad de entrenamiento.
Valerii Borovick es el comandante de las Águilas Blancas.
Pero también es el fundador de la ONG del mismo nombre, a la que pertenece la escuela.
"Ya hemos formado a casi 100 muchachas. Algunas de ellas se han incorporado a las Fuerzas Armadas, a las Fuerzas de Operaciones Especiales, a servicios como el Gur y el SBU", asegura Valerii. "Esto significa que están defendiendo nuestro país con armas en la mano y si los rusos alguna vez regresan a Kiev tendremos una reserva capaz de entrar en acción".
Sin embargo, la génesis de la escuela radica en una charla entre amigos y compañeros de Valerii de Alemania y Reino Unido.
"Nos dimos cuenta de que los cursos de formación para pilotar drones eran sólo para hombres. Qué desperdicio. Y además las mujeres tienen un talento especial en este campo".
Fue entonces cuando Valerii tomó medidas, empezando por una secretaria de la Semana de la Moda de Ucrania. El modelo es sencillo: a través de la ONG se recaudan donaciones para enseñar a los del mundo militar de forma gratuita; los civiles, por otro lado, ahora pagan una tarifa si pueden (antes también era gratis para ellos).
"Los drones tienen un gran impacto en la guerra", dice Dima.
"Fuimos los primeros en empezar a utilizarlos de cierta manera, pero los rusos nos copiaron y lamentablemente tienen muchos, y todavía llegan repuestos de Estados Unidos, Alemania y Suecia a pesar de las sanciones".
Mientras habla, Alina y Zhenia dejan caer la granada (falsa). Al tercer intento ya entendieron cómo hacerlo: objetivo destruido.
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