Un almacén de fuegos artificiales fue volado, causando la muerte de una persona y heridas a decenas.
Las autoridades locales descartaron el incidente como un mero accidente, pero las imágenes del enorme hongo negro alimentaron los rumores de que se trató de un ataque con drones.
En una jornada en la que la capital rusa fue objeto de una nueva incursión ucraniana, precisamente con los temibles aviones sin piloto. Fragmentos de una guerra que se libra incluso sin disparar, como demuestra el nuevo despliegue de tropas de Polonia en la frontera con Bielorrusia por parte de Alexandr Lukashenko, principal aliado del presidente ruso, Vladimir Putin.
El presunto incidente en la fábrica rusa tuvo lugar en la ciudad de Sergiev Posad, a 50 kilómetros al noreste de Moscú. La explosión se registró en un almacén de materiales pirotécnicos alquilado por una empresa privada en el territorio de una planta opto-mecánica.
Veinte edificios de apartamentos y al menos dos escuelas fueron alcanzados por la onda expansiva.
En las imágenes transmitidas por la televisión rusa, una impresionante columna de humo gris se elevó hacia el cielo justo detrás de edificios de varios pisos.
En los videos difundidos en las redes sociales puede apreciarse una bola de fuego a la distancia, seguida de una onda expansiva que voló las ventanas de varios edificios. Un muerto y una cincuentena de heridos, informaron posteriormente las autoridades regionales.
Una investigación fue abierta por "violación de las normas de seguridad", pero el gobernador Andrei Vorobiov aseguró que según los investigadores no se trató de un ataque con drones.
El accidente fue causado por un "factor humano", según las primeras conclusiones.
La hipótesis de los drones, en cambio, comenzó a circular en Telegram, mientras en algunos círculos ucranianos se dudaba de que el enorme hongo negro que emergió del almacén fuera resultado de una explosión pirotécnica.
Entre otras cosas, el establecimiento involucrado era conocido por la producción de equipos especiales para el ejército, como binoculares, gafas de visión nocturna, miras de aviación, sistemas de objetivos de misiles.
A la espera de una aclaración definitiva, que probablemente nunca llegue, hay que señalar que Moscú volvió a verse amenazada por los UAV ucranianos.
Dos aviones, derribados por fuego antiaéreo ruso, en el tercer intento de incursión en solo una semana. Mientras que la región de Belgorod, en la frontera con Ucrania, fue bombardeada, según las autoridades locales: un muerto y cuatro heridos. Las incursiones transfronterizas ucranianas son el arma adicional de Kiev para tratar de frenar a las fuerzas rusas en la línea del frente.
La contraofensiva se discutió en una reunión entre el mandatario, Volodymyr Zelensky, y los líderes militares.
En los últimos días, el líder ucraniano confirmó con amargura que las operaciones siguen siendo "difíciles", pero su asesor, Mikhailo Podolyak, pidió "paciencia", defendiendo los avances en el avance.
Uno de los frentes más calientes es el de Zaporiyia. Según los rusos, el ejército ucraniano intentó atacar con un dron los depósitos de almacenamiento de combustible nuclear gastado en la central nuclear y mató a cuatro civiles en una incursión en una ciudad de la zona.
Kiev, en cambio, acusó al enemigo de haber bombardeado la capital, causando al menos tres muertos.
En tanto, queda elevada la tensión también lejos del conflicto. Polonia anunció el envío de otros 2.000 soldados a la frontera con Bielorrusia, que crea inestabilidad hospedando a los mercenarios del grupo Wagner y dejando huir olas de migrantes.
Esta vez, fue Moscú quien protestó directamente. El ministro de Defensa, Serghei Shoigu, acusó a Varsovia, y también a Finlandia (que acaba de unirse a la OTAN), de "amenazas a la seguridad militar de la Federación Rusa que se multiplicaron en direcciones estratégicas occidentales y noroccidentales". Y advirtió: habrá una "respuesta oportuna y adecuada".
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