La situación en Francia, inflamada por la revuelta que siguió al asesinato de Nahel, de 17 años, a manos de un policía, tiene su propia especificidad y por ello los aparatos de seguridad italianos vigilan el riesgo de "contagio" que llega desde más allá de los Alpes.
Sin alarmismo, el Gobierno subraya la importancia de una gestión cuidadosa de los flujos migratorios y del claro contraste con la degradación para evitar que las periferias se conviertan en suburbios fuera de control.
Aquello que está pasando en Francia, sostiene el ministro de Defensa, Guido Crosetto, "es muy preocupante. Pero esto debe enseñarnos algo, porque creo que las desigualdades que surgieron en los últimos 20 años deben abordarse con seriedad. Creo que incluso Europa debe preguntarse la cuestión".
Crosetto hace un discurso amplio. "Hay -observó- una Europa de los mercados, de las reglas, pero lo que siempre hemos tenido en mente es la Europa de las personas, de los pueblos. Y la Europa de las personas y los pueblos existe cuando el último de los suburbios franceses y de nuestras periferias no se quedan atrás. Porque si se quedan atrás se crea el humus para cosas de este tipo. Esto no puede ser un problema francés. Es un problema de todos los que piensan que la sociedad debe ser inclusiva y debe crear buenas condiciones de vida para todos, porque si no es así, al final la violencia va a surgir".
Más específicas son las referencias del viceprimer ministro, Matteo Salvini, según el cual el caos francés es el "resultado de años de errores y locuras ideológicas en materia de inmigración, especialmente islámica, de permisividad judicial, de suburbios en manos de la criminalidad, de tolerancia hacia comportamientos inaceptables. Escenas y escenarios intolerables en un país occidental, en el corazón de la sociedad europea".
Y la revuelta francesa también está haciendo olas en los ambientes anarquistas y antagonistas italianos. Ayer (sábado) en Turín, durante la marcha promovida por el centro social Gabrio contra los Centros Permanentes de Repatriación (CPR) y las políticas de inmigración, se gritaron consignas de solidaridad "a los compañeros que se están manifestando en Francia" y se desplegó una pancarta: "La policía mata, venganza por Nahel". Mientras que hoy, sobre uno de los sitios de referencia del área antagonista, apareció un editorial que define "los asesinatos a sangre fría de jóvenes de los suburbios, como Nahel, punta de lanza de un sistema consolidado de dominación -aunque con distintas intensidades- que parece para nosotros tener las mismas raíces y los mismos dispositivos cotidianos que los suburbios de Ferguson, los suburbios parisinos como Nanterre y las periferias de las metrópolis italianas. La policía occidental, al igual que la penitenciaria, parece estar asumiendo cada vez más un papel sustitutivo de la asistencia estatal, y en esta capacidad se están volviendo cada vez más violentas".
Las fuerzas policiales y de inteligencia vigilan lo que se mueve en la red y no sólo en lo que se refiere a los intentos de "importar" el levantamiento.
La represión policial y las condiciones de los inmigrantes son algunos de los caballos de batalla del área antagonista. Sin embargo, existe la particularidad de Francia, un país que -debido a su pasado colonial- cuenta con una masa de jóvenes de segunda y tercera generación muy superior a la italiana. Donde no parecen probables levantamientos de dimensiones parisinas.
En cualquier caso, las periferias también son aquí un tema crítico.
"Se convirtieron -explicó el subsecretario del Interior, Nicola Molteni, sobre el diario Il Tempo- en una tierra de nadie, un reino de ilegalidad, fanatismo, pobreza y rencor social. Por eso, aquello que pasa en París o Lyon debe cuestionar a Roma, Berlín y todas las demás capitales. Debemos estar atentos".
El ministro del Interior, Matteo Piantedosi, por su parte, siempre definió la seguridad de las ciudades como una "prioridad". Se mantuvieron reuniones con los alcaldes de Roma, Milán y Nápoles y, posteriormente, también con los de los grandes centros para definir un paquete de medidas para combatir la degradación, la ilegalidad y la delincuencia. Un desafío que, en todo caso, como enseña Francia, no puede ser exclusivamente policial.
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