Son cuatrocientos religiosos pero no desean irse como les impuso el gobierno y de su parte figuran centenares de fieles que, no obstante sea un miércoles y, por consiguiente, un día laboral (también para los ortodoxos, como para todos los cristianos, el día principal de culto es el domingo), mostraron su solidaridad al participar en la celebración de esta mañana y permanecieron en el lugar sagrado de los ortodoxos ucranianos en solidaridad con los monjes.
Un par de religiosos llenan una camioneta de transportes.
Pero dentro se observa mobiliario preciado de la iglesia y otros añadidos. No embalajes de cartón de quien se apresta a mudar, como pidió el gobierno que desea volverse a apropiar de estos bienes. Los medios locales entrevistaron a los monjes y la gente aplaude. Una suerte de protesta para decir al gobierno que están de parte de los religiosos.
Son los jóvenes los más corajudos al tomar la palabra. "No son los monjes los que deben irse, es el gobierno el que debe irse, no respeta la democracia, no respeta la libertad religiosa y no respeta los derechos humanos", dice Irina con un tono duro y furioso.
Con ella Román: "Es nuestra iglesia, es mi iglesia. Lo que está sucediendo no es legal. Yo soy ucraniano, no estoy a favor de Putin y de la guerra, como todos nosotros que hoy estamos aquí. El gobierno y la iglesia son dos cosas diferentes. Lloro por esta situación".
Y si se le pregunta qué cosa espera para la próxima Pascua responde: "Espero solo que esta situación no siga adelante y que quien celebre la Pascua sea Onufri", el patriarca de Kiev ligado a la Iglesia de Kirill.
Vladimir no quiere atacar frontalmente al gobierno ucraniano: "El presidente Zelensky fue engañado. Nosotros no estamos por Rusia y él no fue correctamente informado sobre qué cosa se dice en nuestras iglesias. Yo, en mi parroquia, jamás escuche una palabra en favor de Rusia, de Putin o de esta guerra".
Ninguna de las tantas personas presentes en el histórico complejo de Lavra sabe qué ocurrirá mañana. Hoy había tanta policía y militares, pero rigurosamente presentes frente a las rejas de la entrada desde donde comienza el largo descenso hacia el complejo que hospeda el lugar de culto y las habitaciones de los cuatrocientos monjes.
Algunos piden una intervención internacional. Yuri se hace portavoz de esto: "Hizo bien el papa Francisco en hacer un llamamiento por estos monjes y nuestra iglesia. Lo deberían hacer todos los jefes de Estado".
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