(ANSA) - PARIS, 16 MAR - Francia en el caos, los diputados
cantan la Marsellesa, abuchean, golpean sus bancos, mientras la
premier Elisabeth Borne no consigue siquiera hablar.
La reforma que le preocupa más a Emmanuel Macron, la que
acerca a Francia con los otros países de la Unión Europea
elevando de 62 a 64 años la edad mínima para jubilarse, podría
convertirse en ley sin el voto parlamentario.
Con más del 70% de los franceses contrariados, con huelgas y
manifestaciones que se suceden desde hace dos meses, con un
frente sindical sólido y decidido a ir a fondo, Macron -en forma
sorpresiva- decidió tomar el atajo del 49.3, que garantiza el
paso de una ley sin ser votada pero poniendo la confianza sobre
el gobierno.
Por la tarde, degenera la manifestación en la plaza de la
Concordia que comenzó por la tarde para protestar contra la
decisión del Gobierno de depositar el fideicomiso para aprobar
la ley de reforma de las pensiones. Tras un intento de desalojar
a la policía con cañones de agua, grupos de hombres violentos
volvieron al ataque, arrasando e incendiando diversos
mobiliarios y vehículos, enfrentándose ferozmente con los
agentes.
Numerosos daños en el cercano y elegante Faubourg
Saint-Honoré. Al menos 120 personas han sido detenidas, según
información de France Info.
La protesta también se extendió a Burdeos y Marsella, más
otros puntos del país. El lunes, el momento de la verdad con el
voto sobre diversas mociones de censura al gobierno que la
oposición prepara en estas horas.
Macron lo pensó toda la jornada de ayer y todavía esta
mañana junto con los ministros del gobierno: el presidente
quería que la reforma pasase por mayoría, aunque escasa.
Hecho los cálculos -sobre todo aquellos acerca de posibles
francotiradores en las filas de los posibles aliados de la
derecha moderada, los Républicains- Macron tomó la decisión del
atajo: "Mi interés político -dijo en el decisivo Consejo de
Ministros, pocos minutos antes de que la Borne se presentara en
el aula- sería ir al voto", pero "los riesgos financieros y
económicos son muy grandes".
Fuentes cercanas al partido de Macron, Renaissance,
describen un presidente muy preocupado por la inflación, por la
crisis bancaria internacional, por la capacidad de convencer a
los grandes personajes políticos y financieros internacionales
de que Francia es un país en grado de llevar a fondo las
reformas.
Ahora todo es aún más difícil respecto a lo que se mostraba
en las últimas semanas: el gobierno corre el riesgo de caer,
arrastrando consigo la reforma que Elisabeth Borne llamó
"vuestra reforma", insistiendo en las tantas modificaciones que
el gobierno fue obligado a realizar para buscar convencer a los
diputados de votarla.
si -evento que parece todavía poco probable- una de las
mociones de censura ya anunciadas por Marine Le Pen, por
Jean-Luc Mélenchon y por diferentes otros líderes consigue
reunir una mayoría de los votos y hace caer al gobierno, no se
excluye de que Macron no proceda inmediatamente a la disolución
de las Cámaras.
Mientras en pocos minutos la escena del Parlamento francés
en medio de gritos y con los diputados que enarbolaban carteles
con "No a los 64 años" daba vuelta al mundo, fuera del Palais
Bourbon, la sede de la Assemblée Nationale,
un pequeño cortejo improvisado era rechazado más allá del Puente
de la Concordia y justamente en la gran plaza el pelotón de los
contestatarios se engrosa hasta dar vida a una manifestación
espontánea de miles de personas.
Otras reuniones, espontáneas, en Marsella, en Bordeaux, en
Nantes, pero también en decenas y decenas de pequeñas ciudades.
Al caer la tarde, miles de personas -muchos chalecos
amarillos presentes- encendieron fuegos, lanzaron bombas de
humo, y entonaron cánticos con el fondo iluminado de la Asamblea
Nacional, tanto que debió intervenir la policía con cargas
ligeras para desalojar la plaza.
En los corredores de Palais Bourbon, en tanto, se reanudó la
caza de votos, principalmente aquellos de los 61 diputados
Républicains: si ellos no votan la moción de censura, el
gobierno lo logrará y la reforma más antipática llegará a
puerto.
Sin embargo, Eric Ciotti, presidente del partido, no parece
estar en grado de controlar a todos: frente las telecámaras
aseguró que sus diputados "no se asociarán a alguna moción de
desconfianza para no agregar caos al caos".
Luego de él llegó uno tras otro los diputados republicanos,
de Aurélien Pradé
que anunció "plantearse el problema" a otros que dejaron
entrever que pueden votar las mociones contra el gobierno. Sobre
todo aquellos transversales, votables por todos, de Le Pen a
Mélenchon.
En el cuartel general de los sindicatos, más que nunca un
frente unido como difícilmente se vio en el pasado, los líderes
de la protesta anunciaron una nueva jornada de movilización, la
novena, para el jueves próximo. (ANSA).
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