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Desastre en Siria y Turquía, gritos de sobrevivientes

ROMA, 07 febrero 2023, 17:48

Por Eloisa Gallinaro

ANSACheck

Socorristas turcos ayudan a víctimas en un sitio colapsado en Diyarbakir. - TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

Están sepultados bajo los escombros pero tienen aún la fuerza de invocar ayuda los sobrevivientes, no sé sabe por cuánto, el sismo que entre Turquía y Siria provocó un balance todavía parcial de más de 7,.200 muertos, decenas de miles de heridos y un número impreciso de desaparecidos, entre ellos, un italiano, el veneto Angelo Zen.
    Y lo hacen enviando notas vocales, videos, posiciones a parientes y amigos. Sáquennos de aquí, es el grito que llega de la antecámara del infierno hecha de losas de cemento y barras de hierro retorcidos donde el caso creo una suerte de precaria celda de sobrevivencia.
    "Nos dicen dónde están y no podemos hacer nada", es la amarga reflexión de un periodista turco, Ibrahin Haskologlu, a la BBC, que da voz a los tantos que después de poco más de 24 horas pasaron del miedo a la desesperación, a la rabia por los retrasos en las ayudas que están condenando a muerte a muchos sobrevivientes.
    No obstante las centenares de sacudidas de asentamiento y el mal tiempo, en Turquía fueron salvadas al menos 8.000 personas, dijo el vicepresidente Fuat Oktay. Tantas, pocas? Nadie sabe exactamente cuantos son los desaparecidos bajo los escombros entre Turquía y Siria, pero la OMS gracias al mapeo de los terribles temblores que desgarraron centenares de kilómetros de corteza terrestre arriesgó la estimación de 23 millones de personas en algún modo comprometidas.
    Y para las investigaciones del único desaparecido italiano la Farnesina contó también con la Protección Civil turca, como refirió el canciller Antonio Tajani, que informó el pedido de reserva de la familia de Angelo Zen, de 50 años. "Por ahora es solamente ilocalizable", explicó Tajani, precisando que en la zona de Kahramanmaras, donde se derrumbó su hotel, "no hay conexión telefónica o Internet".
    El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, declaró el estado de emergencia por tres meses en las 10 provincias del sudeste de Turquía donde el último balance habla de 5.400 muertos. Entre las decenas de equipos de socorro que llegan a Turquía desde todo el mundo figura el contingente italiano de bomberos desembarcado en Adana y especializado en la búsqueda de desaparecidos bajo los escombros. Empero, la logística es complicada, el clima inclemente y las ayudas parecen nunca bastar.
    Quien sobrevivió y sabe que bajo las ruinas hay parientes y amigos no tiene paz. "Nos han dejado morir", es el grito de una mujer en Antioquía entre las ruinas de un condominio donde la gente excava con sus propias manos. Y otras, como Cagla Ezer, dice sollozando que sintió a su hermano implorar su nombre desde los escombros del condominio donde habitaba. "Había 25 personas solo en ese edificio", explicó. "Probé llamar al Afad", el grupo de coordinación para las emergencia de Turquía, "pero no vino nadie".
    Una voz entre las tantas. Y Erdogan no desmiente, usa mano dura en este momento.
    La policía turca tuvo el tiempo para arrestar a cuatro personas acusadas de ser "provocadores que amenazan con crear miedo y pánico" con algunos posteos en las redes sociales, que se están llenando de protestas por los retrasos en los socorros.
    Todavía peor la situación en Siria, donde los muertos llegan a más de 1.800, la oposición el régimen de Bashard al Assad denuncia que "centenares de familias" están atrapadas bajo las casas derrumbadas y los socorristas internacionales encuentran, si no con hostilidad , una suerte de cierre de Damasco que, afirma el vocero de la Comisión UE, Eric Mamer, no envió la indispensable autorización.
    Y si desde Turquía llega la noticia del salvataje, tras 33 horas, de una madre y de sus dos hijas, y aún más increíble de una recién nacida con el cordón umbilical aún unido, algún pequeño milagro hay en la devastada Siria.
    "Papá está aquí, no tengan miedo", susurran los socorristas que, al norte de Alepo, excavan con las manos, mientras emerge de los cascotes el rostro cubierto de polvo solo con rasguño con sangre de Nour, una niña de 3-4 años. Está ilesa, y del video que se observa en las redes sociales parece casi oir el suspiro de alivio, de vivir la emoción de un salvamento que tiene el sabor de un nuevo nacimiento. 
   

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