Este es el núcleo de la narración de la obra Carbonio, elaborada por el joven autor y director Pier Lorenzo Pisano en el contexto de una experiencia con el Piccolo Teatro de Milán, que fue representada con éxito tres veces en el Festival Internacional de Buenos Aires (Fiba).
La participación en el evento argentino fue impulsada por el Instituto Cultural Italiano (Iic) de Buenos Aires, encabezado por Donatella Cannova, quien incluyó a Carbonio en el ciclo ItaliaXXI, gracias a la hospitalidad del muy italiano Teatro Coliseo, dirigido por Elisabetta Riva.
En la obra de Pisano, ganadora del 56º Premio Riccione de Teatro en 2021, la extraña historia del encuentro entre un hombre y un ente alienígena se convierte en el inicio de una reflexión sobre varios temas, entre ellos la condición depredadora del ser humano. Visto, por ejemplo, a través del entusiasmo por la sonda Voyager enviada al espacio lejano en 1977 con un disco bañado oro que contenía sonidos y voces terrestres, y dibujos primitivos de peces, anfibios y personas, para uso de posibles habitantes de otra galaxia.
Concebido y desarrollado durante los años de la pandemia del Covid, el Carbonio también podría leerse como el sentimiento de miedo que puede suscitar la repentina necesidad de enfrentarse a un ser no-carbonio, como un virus que, si no se comprende del todo y se ataca seriamente, podría conmocionar a toda la humanidad.
Y Pisano, en una entrevista en Milán con motivo del estreno de su creación el año pasado, había subrayado que de Carbonio sobre todo surgió "la imposibilidad de definir un extraterrestre", añadiendo que también por eso "con un extraterrestre no hay posibilidad de una relación real". Pero que quizás, cualquier confrontación forzada con algo así "puede ser una oportunidad para mirar hacia adentro".
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