(ANSA) - GAZIANTEP, 09 FEB - El miedo sigue vivo entre los
habitantes de Gaziantep, pero, cuatro días después del
terremoto, el nerviosismo y la frustración también empiezan a
reinar.
Los habitantes de la gran ciudad turca, a unas decenas de
kilómetros del epicentro del terremoto, ya se han acostumbrado a
las réplicas que llegan puntualmente cada noche pero entre los
desplazados hay cada vez más rabia y tensión.
"El Estado da tiendas de campaña y mantas a los sirios,
pero nosotros nos vemos obligados a quedarnos aquí afuera en el
frío acurrucados alrededor del fuego", dice Mustafá, un
trabajador de 45 años que vive en una de las muchas tiendas de
campaña instaladas por la defensa civil local en zonas alejadas
del centro histórico de edificios más altos. Sus tres hijos, de
entre 8 y 12 años, están a su lado, junto a su madre Selma.
"Nosotros no estamos en absoluto en contra de los
migrantes, todos somos musulmanes, son nuestros hermanos y
hermanas, pero no es aceptable que puedan quedarse en tiendas de
campaña y a nosotros, que nacimos aquí, no se nos da esa
posibilidad", dice la mujer.
Funcionarios del Ministerio de Comunicación de Ankara
estiman que los desplazados rondan el millón en el centro de la
ciudad y más de dos millones en toda la provincia, prácticamente
la totalidad de la población.
La ciudad se encuentra a unos cuarenta kilómetros de la
frontera con Siria y es la segunda después de Estambul en
albergar el mayor número de inmigrantes que huyeron a Turquía
tras el inicio del conflicto en Siria. Son casi 500.000 y tras
el terremoto regresaron como refugiados como cuando huyeron del
conflicto sirio en años anteriores.
En algunas tiendas de campaña, la mayoría de las personas
se alojan y no les gusta hablar con la prensa. Sin embargo,
algunas personas, tanto sirias como turcas, no pudieron
encontrar un lugar en las tiendas de campaña instaladas por las
autoridades y para pasar la noche crearon refugios con esteras
(tejidos gruesos como alfombras) y trozos de madera. Están
ubicados en varios puntos de la ciudad, incluso no lejos de las
casas medio en ruinas del centro, donde entre los edificios
dañados obresalen una mezquita del siglo XVII y el gran castillo
de época romana en la colina, levantado hace casi 2.000 años.
Los barrios suburbanos, en dirección al epicentro, fueron
los más afectados por el sismo. Varios edificios de 10 pisos de
altura se han derrumbado por completo. En Gaziantep, la
electricidad sigue funcionando, aunque a veces con dificultad, y
el suministro de gas también continúa, a diferencia de otras
localidades no tan alejadas de la ciudad y más cercanas al
epicentro, donde barrios enteros se han derrumbado y los
desplazados han permanecido a oscuras y con frío. Cuatro días
después del terremoto, algunas tiendas de abarrotes -de consumos
cotidianos- han reabierto.
"Lo hacemos por necesidad y para ayudar a la población",
dice el vendedor Ali, de 35 años, cuya casa está parcialmente
destruida y duerme en su automóvil todas las noches, como muchos
lo hacen, pero ha optado por mantener su pequeña empresa abierta
en un edificio en el centro, sin estar seguro de que la
estructura sea utilizable. "Solo Dios sabe si esta tienda es
sólida", dice esperando lo mejor, "si Dios quiere, Inshallah".
Mientras, continúan las búsquedas entre los escombros aquí
también, el número de víctimas sigue aumentando y en la ciudad
hay quienes dicen que el total de muertos podría llegar a las
200 mil personas.
Al llegar a Gaziantep con los poquísimos vuelos disponibles
desde Estambul, la tragedia ya se manifiesta nada más aterrizar.
Cuando el avión toca tierra y el teléfono celular se puede
encender de nuevo, una niña recibe una llamada de su padre
anunciándole la muerte de su madre. Rompe a llorar como muchos
lo hacen fuera del aeropuerto cuando se encuentran con
familiares que han llegado de Estambul para conmemorar a los
miembros de la familia que perdieron la vida en el terremoto.
(ANSA).
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