/ricerca/americalatina/search.shtml?any=
Muestra menos

Se hai scelto di non accettare i cookie di profilazione e tracciamento, puoi aderire all’abbonamento "Consentless" a un costo molto accessibile, oppure scegliere un altro abbonamento per accedere ad ANSA.it.

Ti invitiamo a leggere le Condizioni Generali di Servizio, la Cookie Policy e l'Informativa Privacy.

Puoi leggere tutti i titoli di ANSA.it
e 10 contenuti ogni 30 giorni
a €16,99/anno

  • Servizio equivalente a quello accessibile prestando il consenso ai cookie di profilazione pubblicitaria e tracciamento
  • Durata annuale (senza rinnovo automatico)
  • Un pop-up ti avvertirà che hai raggiunto i contenuti consentiti in 30 giorni (potrai continuare a vedere tutti i titoli del sito, ma per aprire altri contenuti dovrai attendere il successivo periodo di 30 giorni)
  • Pubblicità presente ma non profilata o gestibile mediante il pannello delle preferenze
  • Iscrizione alle Newsletter tematiche curate dalle redazioni ANSA.


Per accedere senza limiti a tutti i contenuti di ANSA.it

Scegli il piano di abbonamento più adatto alle tue esigenze.

El gran juego de alianzas en Medio Oriente

EEUU, Israel y parte de los suníes contra el eje de resistencia

LONDRES, 15 abril 2024, 12:28

Redaccion ANSA

ANSACheck

Joe Biden de visita en Arabia Saudita, imagen de julio pasado - TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

Un riesgo de alianzas o semi-alianzas opuestas, cimentadas por intereses y enemistades comunes más que por verdaderos valores compartidos (retórica aparte). Esto es con lo que cuentan Israel e Irán, en el umbral de una escalada que los últimos acontecimientos bélicos dejan suspendida al borde de la cresta de un abismo inescrutable.
    Un riesgo cuyos entrelazamientos, regionales y globales, toman aquí y allá las formas fugaces de un arabesco, con ambigUedades y superposiciones que a veces sorprenden frente a ciertos esquemas demasiado simplistas: en un marco en el que el gran juego de la geopolítica refleja juegos de sombras y de espejos. Si queremos reducirlo a blanco y negro, el desafío enfrenta a los amigos occidentales del Estado judío, por un lado, liderados por Estados Unidos y apoyados por socios suníes históricamente cercanos a la influencia de Washington (y Londres); por el otro, el autodenominado "eje de resistencia" formado por estados, movimientos y milicias (chiítas y no) apoyados por la República Islámica, con el sostén variable de potencias mundiales no alineadas con Occidente, principalmente Rusia y China.
    En el contexto de lo que solo muy parcialmente, y no sin evidentes contradicciones, puede describirse como una batalla entre "democracias" y "regímenes autoritarios".
    El pilar de la coalición en la que se basa Israel es, considerando todo, uno y solo uno: Estados Unidos, que tras la represalia iraní de la otra noche intenta mantener a raya al gobierno de Netanyahu por temor a una escalada inmanejable; pero que siguen garantizando una especie de garantía soberana sobre la seguridad del aliado menor a pesar de los recientes desacuerdos entre Joe Biden y Netanyahu, alimentados por el impacto de los seis meses de incursiones en la Franja de Gaza palestina tras el ataque de Hamás el 7 de octubre.
    Un hermano mayor que, desde la fundación del Estado sionista, ha aportado a sus arcas el equivalente a más de 300 mil millones de dólares en ayuda militar y económica, sin descuidar la parte diplomática y los vetos en la ONU: una línea de crédito sin fondo, literalmente vital, el doble -en peso financiero- de lo que se ha bombeado a lo largo de décadas hacia los otros tres socios alternativamente más dependientes de los recursos estadounidenses, a saber, Egipto, Afganistán y el extinto Vietnam del Sur.
    Detrás de Estados Unidos están los aliados occidentales de la OTAN, con el Reino Unido primero y Francia segundo también en la contribución militar decisiva a la interceptación de drones y misiles iraníes. Mientras que en el mundo musulmán el alineamiento pro-estadounidense de los países suníes parece haberse mantenido -en beneficio de Israel- con Arabia Saudita y las monarquías del Golfo a la cabeza, que durante años han mirado a Irán (heterodoxo como chiíta, a sus ojos) como un rival regional cada vez más asertivo.
    Un despliegue nada monolítico ni carente de matices: dentro del cual solo Jordania ha reconocido haber participado directamente en el derribo de algunos drones de Teherán, en el contexto de una realidad que ve a otros socios estratégicos de Occidente, por ejemplo Qatar, tenga cuidado de no renunciar a las relaciones de diálogo ahora consolidadas con Irán.
    Y por no hablar de la actitud oscilante de un actor de la importancia de la Turquía de Recep Tayyip Erdogan, sunita pero no árabe, suspendida entre la lealtad a la OTAN, los nuevos canales de comunicación con los ayatolás y la hostilidad cada vez más marcada hacia Israel y Netanyahu; el del Egipto de al-Sisi; o el del Irak post-Saddam, 'cliente' de Estados Unidos desde la caída del rais, pero hoy gobernado por una mayoría chiita afín a los líderes religiosos iraníes.
    Por otro lado, Teherán parece menos aislado que en el pasado gracias al margen de maniobra abierto por las crisis geopolíticas concomitantes marcadas por la guerra entre Rusia y Ucrania, la nueva explosión del conflicto palestino-israelí o el aumento de las tensiones entre China y el frente estadounidense en el Pacífico.
    Los márgenes se tradujeron en un refuerzo de la cooperación militar con Moscú y de la cooperación económica con Pekín, además de vínculos en "diversos grados", según palabras de Jonathan Beale, corresponsal de defensa de la BBC británica, con los sujetos del autoproclamado eje de resistencia. Desde los chiítas hutíes, que controlan la capital y el corazón del territorio de Yemen, presidiendo las cruciales rutas del Mar Rojo, no exentas de amenazas a los intereses occidentales, hasta Hezbolá, también chiítas, que dominan el sur del Líbano y permanecen en el gobierno hasta Beirut; desde Hamás y la Yihad Islámica en los territorios palestinos (aunque ambos son suníes) hasta algunas siglas iraquíes.
    Y, por último, al régimen de Damasco: cuyo líder, Bashar al-Assad, debe su supervivencia en el poder en Siria al Pasdaran iraní (así como a la Rusia de Vladimir Putin) después de una década de sangrienta guerra civil contra la oposición apoyada por Occidente de saudíes y turcos, pero también contra Al Qaeda o ISIS.
   

TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS © Copyright ANSA

Imperdibles

Compartir

O utilizza