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La muerte de Navalny arroja sombras a elecciones

Las sospechas sobre el rol del Kremlin

BRUSELAS, 16 febrero 2024, 16:47

Redaccion ANSA

ANSACheck
Muchos piensan que las coincidencias no existen en la Rusia de Vladimir Putin y, en ese sentido, la muerte de su acérrimo adversario, Alexei Navalny, arroja un manto de sospecha de cara a las elecciones presidenciales de marzo, así como la exclusión de los comicios del candidato pacifista Boris Nadezhdin.
    La desaparición del líder opositor, quien recientemente había sido trasladado a un "gulag" siberiano de máxima seguridad, marca, sin duda, cualquiera que sea la causa .intencionalidad o negligencia- el nivel más bajo del régimen represivo establecido por el presidente ruso.
    El mensaje resultante es lógico: quien levanta la cabeza o alza la voz está perdido.
    Hace seis años, Navalny fue excluido de las elecciones presidenciales de 2018 después de que él también presentara un recurso ante el Tribunal Supremo en el que impugnó la decisión de la Comisión Electoral de invalidar su recolección de firmas.
    El opositor reaccionó con un llamamiento a las calles, y continuó la ola de protestas -abrazadas por gente muy joven- que fue inaugurada tras la investigación sobre la herencia oculta de Dmitry Medvedev.
    Ahora, ante el conflicto hace estragos en Ucrania y el principal argumento de quienes se oponen al Kremlin es precisamente sobre el futuro de esa guerra, es clara la advertencia a quienes puedan verse tentados por la protesta en las calles, quizás tras el inevitable veredicto en las urnas.
    La línea de la propaganda rusa ya está trazada: la muerte de Navalny es un inconveniente para Putin, dado que Occidente reaccionó con declaraciones sin esperar más investigaciones y conocimientos.
    Pase lo que pase, Navalny llevaba ya tres años en las cárceles de su país; se lo vio varias veces demacrado y físicamente agotado, denunciaba acoso (con su estilo sarcástico) desde tiempos inmemoriales.
    El Kremlin, al menos, es indirectamente responsable de lo ocurrido y si realmente se preocupaba por su salud (aunque sólo fuera políticamente) tenía todas las herramientas a su alcance para garantizarla. Pero no fue así.
    Putin ya cortó sus relaciones con Occidente, ya no le interesan acuerdos de intercambio, como cuando liberó de prisión al oligarca Mijaíl Jodorkovsky con vistas a los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi y a la competición para asegurar el Mundial de fútbol de 2018.
    Estados Unidos y la Unión Europea (UE) hoy están de luto por Navalny, pero al Putin no le importa, no queda nada que negociar.
    El opositor que surgió del blog es el último de los grandes disidentes rusos, el único que supo tomar el relevo de Boris Nemtsov, asesinado a tiros en 2015 bajo los muros del Kremlin.
    La última pirueta fue su regreso a Rusia desde Alemania, donde fue tratado tras el intento de envenenamiento con Novichok, del que se salvó milagrosamente.
    Una elección que debe leerse con el deseo de Navalny de no pasar ante los rusos por un títere de Occidente, de mostrarles que sabe sufrir, como los disidentes soviéticos que navegaban con orgullo por el archipiélago del "gulag".
    La verdad es que Navalny, en vida, siempre hubiera sido un peligro para Putin.
   

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