Maurizio Pollini, que cumplió 82 años el 5 de enero, falleció esta mañana.
    Llevaba un tiempo enfermo y por motivos de salud había cancelado los últimos conciertos programados.
    Pollini ganó su primer concurso internacional a los 15 años y cuando, tres años más tarde, en 1960, recién graduado en el conservatorio de Milán, ganó el prestigioso Concurso Chopin de Varsovia, Arthur Rubinstein, que estaba entre los jurados, exclamó: ''Este joven ya juega técnicamente mejor que todos nosotros''.
    Su fama pronto se volvió absolutamente internacional y entró en la leyenda de la historia de los grandes pianistas.
    Esto significó una disciplina muy dura y continua y sólo en los últimos años admitió "sentir un cierto cansancio".
    Esto significó una disciplina muy dura y continua y sólo en los últimos años admitió "sentir un cierto cansancio".
    El funeral, como ya ocurrió con Carla Fracci, se celebrará en La Scala, teatro al que Pollini tenía mucho apego.
    Sus estudios, tras el éxito en Varsovia, continuaron y tuvieron un alto momento de perfeccionamiento con Arturo Benedetti Michelangeli quien también le ayudó a profundizar en la técnica que, junto a una profunda cultura y habilidad musical, le permitió siempre resaltar el carácter estructural de una pieza abordada con espíritu racional, pero en la que el sentimiento, la vena melancólica o pasional, emerge lentamente como sustancia misma de los detalles y la forma de la composición, con una menor rigidez que también ha llegado con el tiempo.
    ''Creo que hoy mi interpretación es más libre en el ritmo y que hay más elementos de 'rubato' - confesó hace cinco años - pero manteniéndonos siempre alejados de las exageraciones de finales del siglo XIX''.
    La suya siempre ha sido una interpretación basada en el respeto total por el texto escrito, pero siempre muy moderna, sin abandono lírico ni elegancia virtuosa, con una fuerza expresiva enteramente interna a la obra.
    Una modernidad que estuvo en su formación cultural que, debido a su entorno familiar (su padre era un conocido arquitecto racionalista y su madre música y hermana del pintor y escultor Fausto Melotti) y conocidos en los años 60, a partir de aquella con Nono, no vivió el arte y la música como algo ajeno a la vida y por eso lo convirtió en un artista intelectual que siempre ha expresado públicamente sus ideas y su compromiso cívico y político, como cuando en los años 70 tocaba en escuelas y fábricas, o cuando expresó sus opiniones críticas con los gobiernos de Berlusconi.
    Así, sus intereses musicales y su repertorio no quedaron limitados al estudio continuo, sino que poco a poco se fueron abriendo a nuevas pruebas y exploraciones que iban desde Bach (para Pollini, como escribió Piero Balloi, "Bach es casi un romántico", señalando "el uso bastante generoso del pedal, el fraseo impetuoso y fluido, el sonido a menudo cálido y envolvente, en otros casos más seco y meticulosamente acabado, la siempre amplia gama de colores dinámicos''), y Mozart, del que trajo nueva luz sobre todas las sutiles facetas armónicas y tímbricas, la belleza de las líneas melódicas, la alegría y el ingenio.
    Pasando por el querido Chopin, de quien, a partir de las nuevas lecturas menos rígidas de Rubinstein, renovó profundamente la comprensión, y Beethoven, hasta los modernos, entre los que destaca Schonberg, y los contemporáneos italianos, como Berio y Nono. Sus conciertos, cuando no implicaban interpretaciones completas de un autor, a menudo se organizaban en ciclos en los que también participaban otros músicos.
    Los ''Progetti Pollini'' eran programas sin fronteras entre lo clásico y lo contemporáneo, en su intento no de educar, sino de involucrar al público en la música de su tiempo, explicando: ''Debemos aprender a entender el silencio, las pausas, como parte esencial de la música, si queremos comprender a nuestros contemporáneos. Después de todo, lo nuevo siempre ha sido aterrador y tardó cierto tiempo en establecerse: cuando Beethoven escribió la Heroica, muchos dijeron: 'esperemos que vuelva a componer música más suave'. Pero mientras tanto la creación continúa".
    La vida artística de Maurizio Pollini, nacido en 1942 y criado en Milán, siempre ha estado estrechamente ligada al Teatro alla Scala, donde debutó a los dieciséis años en 1958 interpretando el estreno mundial de la Fantasía para piano e instrumentos de cuerda de Ghedini dirigida por Thomas Schippers y donde regresó dos años más tarde, recién salido de su victoria en Varsovia, con el Primer Concierto de Chopin dirigido por Celibidache, y luego constantemente durante más de 150 recitales y conciertos como solista o con los directores más importantes, empezando por su amigo Abbado. Él mismo también se midió como director de orquesta, incluso en ópera.
    Es imposible decir dónde y con quién ha tocado Pollini en más de 60 años de actividad; Sería una lista muy larga que incluye todas las salas de conciertos más importantes del mundo, las orquestas y los directores. Ha grabado decenas de CD y ha ganado prestigiosos premios internacionales, además de recibir numerosos honores.
   

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