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Cincuenta años sin Anna Magnani

El 26 de septiembre se cumplen cinco décadas de su muerte

ROMA 24 SEPT - Por Giorgio Gosetti A cincuenta años de su fallecimiento, 26 septiembre 2023, 09:12

Redaccion ANSA

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La gran Anna Magnani con sus gatos (ANSA) - TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

Por Giorgio Gosetti. A cincuenta años de su fallecimiento, la italiana Anna Magnani es recordada como una de las grandes actrices europeas de la posguerra.
    La noche en que Anna Magnani se fue, el 26 de septiembre de 1973, la segunda cadena Rai emitió su última película, "1870", dirigida como un acto de amor extremo por Alfredo Giannetti, que ya la había convencido de elegir la televisión para el tríptico de retratos "Tres Mujeres".
    Fue una coincidencia y un giro benigno del destino, aunque el estado de la gran actriz ya había empeorado desde hacía algún tiempo, pero 50 años después, esa pequeña joya, en la que Marcello Mastroianni aparecía junto a ella, sigue esculpida como un epitafio de una mujer siempre desafortunada en la vida, pero reina en el escenario y la pantalla.
    Anna Magnani era romana de corazón, nació a un paso de Porta Pia el 7 de marzo de 1908 y creció a la sombra del Campidoglio bajo la atenta mirada de su abuela Giovanna (romañola de origen), cinco tías y un solo un hombre, su tío. Romano. Su madre, Marina, la había abandonado para ir al extranjero, a Egipto, donde empezará una nueva vida, mientras que su padre permanecerá desconocido durante muchos años.
    Es difícil decir cómo este doble abandono marcó la personalidad de la niña que siempre pintó su juventud con tonos sonrientes: colegios regulares, estilo burgués sobrio y sin derroches, ocho años en la escuela de música de Santa Cecilia, dos en la de arte dramático, dirigida por Silvio d'Amico.
    Fue el primero en comprender, en 1927, que no se trataba de un aspirante a intérprete, sino de alguien que "vivía" sus personajes. Y es la determinación de Anna, el duro aprendizaje al que se somete, lo que pronto la convertirá en un personaje.
    Será precisamente la capacidad mimética para entrar en el corazón de las mujeres de su carrera lo que construirá la figura de la plebeya incondicional, la "loba romana" como la llamará uno de sus grandes admiradores, el expresidente del festival de Cannes Gilles Jacob, de "Nannarella", con su diminutivo más famoso.
    Siempre será la Pina ametrallada por los nazis en "Roma, cittá aperta" (1945), Maddalena Cecconi en "Bellissima" (1951), Roma Garofolo en "Mamma Roma" (1962), pero incluso antes la verdulera Elide en "Campo dei fiori" (1943).
    De su inolvidable actuación en "Roma, ciudad abierta", película clave del neorrealismo, nació el mito de Anna Magnani, la actriz italiana más popular del mundo (incluso más que Sophia Loren) y sin duda la mayor protagonista del cine italiano.
    Pero Magnani también había sido mucho más: debutó en los escenarios a principios de los años 1930 y encontró espacio en el teatro ligero, en el vodevil, con comediantes como Antonio Gandusio, compañeros de viaje como los hermanos De Rege o Totò.
    Se hace famosa también gracias a sus habilidades para el canto, se casa con un director dandy como Goffredo Alessandrini, se enamora de una estrella seductora como Massimo Serato que le dará a su único y amado hijo, Luca, pero que la abandonará casi inmediatamente.
    Debuta en el cine con "La cieca di Sorrento" (1934), pero es Vittorio De Sica quien le da el primer rol significativo como una artista de variedades en "Teresa Venerdí" (1941): aquí nace la Magnani dramática.
    Cuando llega al set de "Roma, cittá aperta" junto a Aldo Fabrizi ya es muy conocida y es precisamente la ingeniosa fusión entre la profesionalidad de los protagonistas y la naturalidad de los personajes sacados de la calle lo que hace que su aparición sea memorable.
    Gracias al éxito internacional de la película, el encanto de Anna trasciende fronteras: gracias al éxito en casa de "La Honorable Angelina" (1947), vive su momento mágico. Jean Renoir la quiere para "La carroza de oro", Visconti la convierte en la "diva de la calle" (después de haber tenido que renunciar a ella en "Obsession" porque estaba embarazada), la revista Time la define como "divina, simplemente divina", Eugene O'Neill hace gala de su talento cuando aterriza en Hollywood para rodar "The Rose Tattoo", de Daniel Mann, basada en el texto del famoso dramaturgo.
    El resultado será el Oscar que le concedieron el 21 de marzo de 1956, la primera (y única) actriz de habla no inglesa en ganar la estatuilla.
    En Hollywood trabajará tres veces más, mientras que en su tierra natal faltará a la cita con "La ciociara" (no se la vio en el papel de la madre de Sophia Loren), triunfará con "Mamma Roma" pese a los conflictos con Pasolini, volverá a encarnar el papel de "la sciantosa" en "La risa de la alegría" de Monicelli, volverá al teatro con Zeffirelli y Menotti.
    Todo esto será su gloria en la pantalla y en el escenario, en un contraste cada vez más dramático con su vida privada.
    Aunque no lo admita de buena gana, Anna Magnani buscaba el amor desde la cuna cuando, según sus palabras, comprendió que "no nací actriz. Sólo había decidido serlo en la cuna, entre una lágrima de más y una caricia de menos. Toda mi vida he gritado con todo el corazón por esta lágrima, he suplicado por esta caricia".
    Una dolorosa secuencia de amores que fracasaron, una relación tormentosa con Roberto Rossellini que explotó en la venganza de su película "Vulcano" contra "Stromboli" dedicada a Ingrid Bergman; un hijo herido por la polio y amado contra todo y contra todos; una soledad afirmada con orgullo porque decía que nunca había encontrado a alguien que supiera imponerse a su carácter generoso pero inmaculado, fuerte pero frágil, volcánico pero siempre perdido.
    En comparación con su icono, supo que siempre fue una perdedora y hoy nos deja el recuerdo de la grandeza de una madre mediterránea, una diosa que bajó a la tierra y se hizo tierra para buscar la pasión. Cincuenta películas y una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood no curaron esta herida.
   

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