(ANSA) - ROMA 6 SEPT - Con el fallecimiento de Giuliano
Montaldo desaparece uno de los exponentes de la generación de
directores que hicieron grande al cine italiano a partir del los
años sesenta del siglo XX.
Murió rodeado de sus seres queridos, su esposa, Vera
Pescarolo, su hija Elisabetta y sus dos nietos, Inti y Jana
Carboni, en su casa de Roma, que con el tiempo devino en hogar
para este genovés navegante e imprudente, que siempre esquivó
rituales muy solemnes, porque entre sus muchas dotes, estaba el
arte de la ironía, siempre desplegada a pleno.
El eterno adolescente de Cinecittá nació en Génova el 22 de
febrero de 1930. Desde muy joven tuvo ojo de navegante, como
Cristóbal Colon, la voz de un Gino Paoli de tono barítono, la
pasión militante del joven Calvino partisano, el placer del
chiste de Paolo Villaggio y la ligereza poética de Lele
Luzzati, todos de Liguria, como él.
Poco después del fin de la Segunda Guerra Mundial, como
tantos provincianos que soñaban con el cine, Giuliano, con
veinte años, se lanzó a descubrir Roma. Era alto, bello, con
magnéticos ojos azules y modos elegantes de conquistador.
Pero no es por esto que el director debutante Carlo Lizzani
lo llamó a su lado en 1951 para "Achtung, Banditi!". El film fue
rodado en Liguria, el dinero escaseaba (fue producido en
cooperativa con el apoyo de los partisanos) y se necesitaba un
asistente de director que conociera el lugar.
En el set, prácticamente todos eran debutantes y Montaldo se
hizo notar incluso como actor.
Con Lizzani trabaron una amistad que duró toda la vida. En
el film siguiente, "Cronache di poveri amanti", de 1954, hubo
también una pequeña participación para él mientras practicaba la
labor de director robando a todos los secretos de la profesión.
Para Gillo Pontecorvo (con quien compartía casa en Roma
junto a Franco Giraldi y Callisto Cosulich) dobló a un perro en
el documental "Cani dietro le sbarre" y luego cantó en ruso para
doblar a un prisionero en el campo de concentración de "Kapo".
Citto Maselli y Luciano Emmer le enseñaron la técnica, Elio
Petri, para quien actuó en "L'assassino" (1961) lo alentó a
debutar detrás de cámara.
Con "Tiro al piccione" del mismo año, el cine italiano
descubrió un nuevo talento, pero bastó el tema elegido (el
amargo destino de un soldado de la República Social en los
últimos años del fascismo) para comprender que Montaldo no amaba
las elecciones fáciles.
De hecho, el film (como el siguiente, "Una bella grinta", de
1965) no gozó de los favores de la crítica de izquierda e
incluso al interior del Partido Comunista Italiano (PCI) el
director tuvo que defenderse de un proceso sumario.
También tuvo que hacerlo ante las acusaciones de ultraje al
pudor que llovieron tras el documental "Nudi per vivere sulla
Parigi del sesso" que filmo en 1963 junto a Petri y Giulio
Questi con el bizarro acrónimo Elio Montesti que ninguno de los
tres develó durante muchos años.
Testarudo, metódico, alentado por sus colegas que fueron sus
amigos verdaderos toda la vida (Lizzani y Pontecorvo, sobre
todo), Montaldo comprendió que era a través de un uso
inteligente de los géneros populares que podía hacer "su" cine y
que el viento internacionalista de los años 60 pudiera
satisfacer su gusto por la aventura y los viajes.
Aquí, pues, encontramos thrillers bien hechos, como "Ad ogni
coso", con Edward G. Robinson, y "Gli intoccabili", con John
Cassavetes, que le granjeó la confianza de los productores.
De hecho, el sucesivo "Gott mit uns", de 1970, tiene otra
ambición: ambientado en el crepúsculo de la Alemania nazi, el
film inicia una trilogía sobre las aberraciones del poder que
después del ejército pondrá en la mira a la justicia ("Sacco e
Vanzetti", 1971) y a la Iglesia ("Giordano Bruno," 1973).
También gracias a la perfecta sintonía con Gian Maria
Volontè, que es su héroe memorable, las dos películas son
grandes éxitos de público, pero no distraen al director de su
vocación militante. Ahora quiere recuperar la historia
partidista y el guión de Franco Solinas de "L'Agnese va a
morire" le parece perfecto para emocionar al público. En cambio,
una serie de dificultades de producción obligan a Montaldo a
trabajar en la economía, como en la época de "Achtung,
Banditi!".
Y como entonces son los ciudadanos corrientes, ayer ligures
y ahora emilianos, los que salvan el destino de la película que,
gracias a una intensa e inesperada Ingrid Thulin, no defraudará
las expectativas.
Corría el fin de la década del 70 y para Montaldo también se
abrían las puertas de la Rai y del cine para televisión. Pero
tras la bella experimentación de "Circuito chiuso" (1978) el
nuevo reto es la superproducción, la biografía de un viajero muy
parecido a él.
Con su esposa Vera, Giuliano hace las maletas y parte hacia
China. Los ocho episodios de su "Marco Polo" (1982-1983) son una
obra maestra para la televisión y marcan la primera apertura
real de la China comunista a las compañías occidentales después
de los viajes pioneros de Carlo Lizzani (1958) y Michelangelo
Antonioni (1973).
En los años siguientes todavía hubo muchas aventuras del
eterno niño del cine italiano: las batallas políticas en el
seno de la Anac (la asociación de autores), el cine literario
("Gli occhiali d'oro", 1987 y "Tempo di uccidere", 1989), el
documental militante (desde "L'addio a Berlinguer" de 1984), las
incursiones como actor (memorable encuentro con Nanni Moretti en
"El Caimán", 2006), incluso la presidencia de David di Donatello
en 2017.
Pero para los espectadores de hoy, el rostro y la voz de
Giuliano son tan familiares como si fuera un tío bondadoso.
Gracias a Francesco Bruni que quiso que protagonizara "Tutto
quello che vuoi" en 2017 con el que ganó un David di Donatello.
Con el papel del poeta Giorgio Gherarducci, ha revelado la
cálida humanidad que conocen todos los que lo han tratado a lo
largo de los años, la pasión por la anécdota que el personaje y
el intérprete dibujan con ambas manos, la mirada lejana y el
acto inmediatamente posterior, lúcido e irónico. (ANSA).
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