Franco Zeffirelli, uno de los realizadores más internacionales del panorama italiano, que cumpliría cien años el 12 de febrero, tenía el destino en su nombre.
    Hijo ilegítimo del comerciante de telas Ottorino Corsi (pariente de los herederos de Leonardo Da Vinci) y de la florentina Alaide Garosi Cipriani, el pequeño Gian Franco fue inscrito en el registro civil con un nombre de fantasía, según las leyes de la época (1923, primer año de la era fascista).
    La madre, narró el artista, se inspiró en los "zeffiretti", los duendes del "Idomeneo" de Mozart y esos veinte merodeadores eran una suerte de señal del destino alque, orgulloso, Franco Zeffirelli nunca renunció aun cuando su padre quiso reconocerlo, a los 19 años.
    Creció en un internado con tutores autorizados como Giorgio La Pira, graduado de la Academia de Bellas Artes, y fue introducido de niño en la sociedad cosmopolita de la Florencia de antes de la guerra, por lo que se destacó de inmediato como escenógrafo y diseñador de vestuario de refinada formación.
    Tanto, que llamó la atención de Luchino Visconti que lo quería con él para una puesta en escena de "Troilo y Crésida" de Shakespeare.
    Así nació una sociedad artística, humana y sentimental que marcaría toda la vida del hermoso joven toscano.
    Junto a Francesco Rosi conoció el cine en el plató de "La terra trema" (1948) y "Senso" (1954) como ayudante de dirección, frecuentó Cinecittà para luego debutar, con el apoyo del maestro, como director en "Camping" (1957).
    En ese momento, sin embargo, ya era una autoridad en el mundo del teatro y la ópera, gracias a las numerosas producciones firmadas, como escenógrafo, figurinista y director, desde principios de la década de 1950.
    El Teatro Alla Scala fue su "nodriza", un templo al que siempre se mantuvo fiel a pesar de los éxitos cosechados en los teatros más famosos del mundo, desde Londres hasta Nueva York, desde Rusia hasta el Arena de Verona.
    Combatido durante mucho tiempo en casa debido a sus convicciones políticas (un liberal antifascista, pero también ferozmente anticomunista) y religiosas (un católico intransigente a pesar de una homosexualidad nunca oculta y, de hecho, inspirada en la cultura grecorromana), Zeffirelli nunca tuvo una vida fácil en Italia, al contrario de sus aclamados éxitos en el mundo.
    Por tanto, es difícil releer hoy su parábola artística sin tener en cuenta los prejuicios -pero también las críticas objetivas- que a menudo acompañaron su obra, especialmente en el cine.
    Es indudable su maestría en las adaptaciones de Shakespeare, desde "La fierecilla domada" hasta la obra maestra, "Romeo y Julieta", (sobre la que recientemente Olivia Hussey y Leonard Withing, los actores que fueron las estrellas cuando eran adolescentes, demandaron a Paramount por la explotación de menores), hasta las más lúgubres "Otelo" y "Hamlet", mientras que queda un recelo por la caligrafía para otras obras de indudable elegancia formal como las autobiográficas "Té con Mussolini", "Jane Eyre" o las más crepusculares "Callas Forever", con la que se despidió de la gran pantalla en 2002.
    Tan indiscutible como holográfico es su éxito en la televisión "Jesús de Nazaret" que en 1977 se presentó en todo el mundo y marca su familiaridad con el gran programa televisivo, casi encerrado entre dos direcciones para la pequeña pantalla, que causó sensación, las de visión mundial para el Año Santo de 1974 y 1999.
    Su vena espiritual también había encontrado consuelo en otra de sus mayores realizaciones cinematográficas, "Hermano Sol, hermana Luna", de 1972, inspirada en la vida de San Francisco de Asís.
    En cambio, la vida vivida en los templos de la gran ópera fue una vida de triunfos sin discusiones, con puestas en escena -en gran parte románticas, a menudo verdianas- regularmente retomadas por los grandes teatros, con especial preferencia por Londres (donde obtuvo su primera consagración internacional con la puesta en escena de "Romeo y Julieta" en los años 50) y Nueva York.
    Al final de su vida todavía firmó un memorable "Rigoletto" para la Oman Opera House (estrenada póstumamente en 2022) y una deslumbrante "Traviata" a la que no pudo asistir, al fallecer pocos días antes del estreno, el 15 de junio de 2019.
    De temperamento sanguíneo a pesar de la ejemplar educación anglosajona, ferviente hincha de fútbol de "su" Fiorentina, parlamentario de Forza Italia de 1994 a 2001, amigo personal de Silvio Berlusconi, quien fue su benefactor manteniendo su villa en Via Appia de por vida, Franco Zeffirelli permanece en todo y para todo un vástago ejemplar del mejor estilo toscano: impetuoso, provocador, a veces brillante, inconformista hasta la autolesión.
    El museo que hoy en Florencia contiene los tesoros de su colección y su parábola artística sigue siendo un raro ejemplo de la cultura "renacentista", quizás fuera de tiempo, pero seductor.
    En vida había adoptado dos hijos, Francesco "Pippo" que hoy conserva su memoria y Luciano. El cine italiano lo honró con 5 David di Donatello, mientras que Inglaterra lo hizo, a instancias de la Reina Isabel, Comandante del Imperio Británico en 2004.
    De él se podría decir que "pocos amaron Italia y su cultura como él, y que pocos fueron ensalzados y vilipendiados como él".
   
   

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