Según el gigante anglo-holandés de hidrocarburos y energía, la actualización tiene como objetivo lograr "menos emisiones y más rendimientos" para los accionistas a través de una transición energética "equilibrada"; pero que los ecologistas etiquetan como un rotundo retroceso en los compromisos esperados en cuanto al recorte paulatino de la extracción de petróleo, y, por tanto, sobre el frente de la respuesta a la "emergencia" climática.
La polémica se vincula a la decisión, incluida en el anuncio de hoy, de mantener por ahora "estable" la producción de crudo, al menos hasta el 2030, en contraste con respecto a los objetivos de reducción del 1-2% anual indicados a partir de 2021 y concebidos antes de las repercusiones de las sanciones occidentales a Rusia seguida a la intervención militar de Moscú en Ucrania.
Las justificaciones y explicaciones esgrimidas al respecto por la empresa -según las cuales el objetivo fijado para 2030 se mantiene esencialmente en pie, también secado gradual natural de algunos yacimientos -no son suficientes para aplacar la ira de activistas y ONGs dedicadas a campañas sobre el clima.
ONG como Global Witness, según cuya interpretación la modificación de las líneas estratégicas presentada esta mañana por Shell presagia en realidad "una inversión de 180 grados" en sentido negativo.
Esta vez, denunció la organización, supone un serio paso atrás "sobre el expediente de la crisis energética, en lugar de una aceleración de las inversiones verdes".
La confirmación de la voluntad de "volver a anteponer los beneficios de todo por parte de los contaminadores, en detrimento de las personas y de la salud del planeta", reiteró la asociación Amigos de la Tierra señalando con el dedo a la sociedad angloholandesa "como sobre otros gigantes de la explotación de los combustibles fósiles" incapaces "de cambiar su modelo de negocio: un modelo incompatible con los esfuerzos en marcha para salvar al mundo de los peores escenarios de catástrofe climática".
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