La próximidad de la revancha que jugará el miércoles en Milán frente a Benfica, al que derrotó por 2-0 en el duelo de ida de los cuartos de final de la Champions, impidió hoy que el público de Inter despidiera con silbidos a su equipo, que cayó por 1-0 frente al Monza por la trigésima fecha del campeonato.
    Al menos así pareció desprenderse de la actitud pasiva que mostraron los cerca de 75 mil espectadores decepcionados que asistieron en el Giuseppe Meazza a otro traspié del "nerazzurro" de Simone Inzaghi, que sigue sin ganar en el torneo local desde que superó a Lecce el 5 de marzo.
    Desde entonces, Inter sumó apenas un punto en las últimas cinco fechas y hoy volvió a dejar pasar el tren porque una victoria le hubiese permitido sumar tres unidades a las 51 que ya cosechó y superar en un solo salto a su clásico rival, Milan (que empató 1-1 más temprano en campo de Bologna y tiene 52) y a Roma, que marcha tercera con 53 antes de jugar este domingo de local con Udinese.
    Inter parece enfocado sólo en el duelo con Benfica que podría asegurarle el pasaje a las semifinales de una Champions League que, de seguir así, difícilmente logre disputar en la próxima temporada, mientras sueña también con avanzar a la final de la Copa Italia tras haber igualado 1-1 en la semifinal de ida en Turín frente a una Juventus a la que recibirá el 26 de abril en la revancha.
    Hoy, al menos, quedó en deuda con su público frente a un Monza que lo había frustrado en su estadio en la primera ronda, cuando igualaron 2-2, y que esta tarde le asestó una nueva estocada al derrotarlo con un gol de Luca Caldirola a los 78' que celebró en el palco Adriano Galliani, dirigente del equipo visitante con rico pasado en el Milan, al igual que Silvio Berlusconi, que lo habrá festejado desde su lecho en el hospital San Raffaele, en el que se recupera.
    Inter parece entusiasmarse sólo al escuchar el himno de la Champions, pues en el torneo local ostenta un récord negativo dado que hasta hoy nunca había perdido tres partidos consecutivos sin marcar al menos un gol y sufrió su undécima derrota en el campeonato, una cifra inédita para un club con semejante historia.
    El equipo de Inzaghi, más allá de los cambios que presentó para preservar jugadores de cara a la revancha con Benfica, volvió a lucir una fragilidad defensiva alarmante y dificultades en la definición, más allá de las situaciones que supo generar hoy primero con el belga Romelu Lukaku y luego con el argentino Lautaro Martínez (que ingresó a los 61' por su compatriota Joaquín Correa) como para al menos llevarse un empate.
    Para los fanáticos de Inter pareció repetirse la pesadilla, como si se tratase de la película "El día de la marmota", en la que el personaje vuelve a despertarse cada día en el mismo lugar y en la misma situación, aunque en el caso del equipo "nerazzurro" la historia tiene siempre idéntico final.
    Los cambios que ensayó el entrenador tampoco le permitieron cambiar la imagen a Inter, porque juegue quien juegue las respuestas parecen ser las mismas, más allá de la voluntad que muestran sus intérpretes para buscar un triunfo que no llega y que hoy chocó con los propios límites en la definición, además de hacerlo contra el arquero Michele Di Gregorio.
    Monza, que lo esperó replegado en su campo esperando algún error, se encontró con un pleno tras el gol de Caldirola, un jugador con pasado en Inter que tal vez por eso -dicho esto irónicamente- se encontró libre de marcas en un tiro de esquina para someter al camerunés André Onana.
    Poco hizo el equipo de Raffaele Palladino para llevarse una victoria del Meazza, salvo el oportunismo para saber esperar el momento de facturarle los errores a un Inter que generó varias situaciones como para torcer la historia, pero sigue peleado con el gol y muestra una faceta diametralmente opuesta a la que luce cuando juega por la Champions.
    Ni el tiro del final acertó hoy el equipo de Inzaghi, que en el cierre del duelo tuvo en la cabeza de Martínez el empate que se le negó también cuando el partido agonizaba al bosnio Edin Dzeko, otro que ingresó desde el banco de suplentes para tratar de enderezar el rumbo de un barco que parece navegar a la deriva.
   

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