Por Giorgio Gosetti. “El talento está en saber elegir”: esta sobria reflexión de Robert De Niro sobre su carrera suena como la marca registrada de uno de los más grandes actores de todos los tiempos.
Probablemente el que mejor caracteriza al New Hollywood de los años 70 y que hoy cumple 80 años festejando en “su” Greenwich Village con una fiesta exclusiva en un club italiano.
Aunque haya viajado por todo el mundo, aunque haya elegido Italia como su segunda patria (acaba de estar en Nápoles en compañía de Paolo Sorrentino), Nueva York es su verdadera casa y se puede decir que su imaginación se superpone ahora absolutamente a la de la Gran Manzana.
En Little Italy se convirtió en protagonista con “Mean Streets” (1973), en esas calles construyó su fama con “Taxi Driver” (1976) y luego volvió mil veces como en “Érase una vez en América” (1984), en el barrio de Tribeca (el de las Torres Gemelas) ha echado raíces, impulsando el naciente Festival de Cine en 2003 y desarrollando una empresa inmobiliaria que hoy le permite hacer cine como afición personal.
Tímido, pálido, inseguro, se abrió camino gracias a un talento instintivo, cultivado con obsesivo detalle, una sonrisa contagiosa, pero siempre melancólica, una versatilidad cultivada en los papeles cómicos en la madurez, pero incomparable en los dramas, sobre todo cuando se vincula a personajes curtidos de la vida y la lucha contra el crimen.
En parte por la indisoluble sociedad con su amigo Martin Scorsese (hasta la fecha nueve películas), en parte por su experiencia directa entre el Bronx y Little Italy, fue mafioso y policía, detective y criminal con absoluta naturalidad y es difícil separar su talento de personajes inolvidables cuya vida tiene reservada la ira, la brutalidad y la redención.
Robert Anthony Jr. nació en Greenwich Village el 17 de agosto de 1943 de Robert Senior, de Abruzzo y sangre irlandesa y Virginia Almirante de origen holandés.
Los dos se conocieron en la Academia de Bellas Artes (ella tendrá cierta fama como poeta y pintora), pero se separaron en 1945 cuando el padre declaró su homosexualidad.
El pequeño Robert se fue a vivir con su madre a Little Italy aunque mantuvo relaciones afectivas con su padre durante toda su vida. Creció como un niño de la calle con amistades opuestas por sus padres, no fue un estudiante modelo y pronto descubrió la pasión por la actuación, debutando a la edad de 10 años en el "Mago de Oz" en una obra de teatro escolar.
Antes de dejar la escuela secundaria, eligió su propio camino, asistiendo a los cursos de Stella Adler, dedicados al método Stanislavski, y luego al famoso Actors Studio de Lee Strasberg.
En los años 60 en Nueva York De Niro consiguió algunas apariciones en dos películas de Marcel Carné ("Tres dormitorios en Manhattan" y "Los jóvenes lobos”). Las críticas fueron más que favorables y llamaron la atención sobre "Billy Milk", como se le llamó por la palidez de su tez.
Trabajó dos veces más con Brian De Palma (“¡Ciao América!” y “¡Hola mamá!”), pasa por la “fragua” de Roger Corman para “El clan Barker”, ganó experiencia con alguna comedia de serie B. Luego con “Beat the tambor despacio" (1973) de John D. Hancock consigue consolidarse también por el cuidado obsesivo con el que estudió al personaje, un beisbolista, pasando semanas enteras entrenando con los peloteros.
En cambio, no logra conseguir el papel de Sonny Corleone en “El padrino”, pero Francis Coppola lo convocó para el papel del joven Don Vito en la secuela de la exitosa saga. Para la ocasión aprendió siciliano, incluidos los matices dialectales, y ganó su primer Oscar como coprotagonista en 1975.
Mientras tanto, en 1973, la suerte (y la amistad con De Palma) le valieron el encuentro que cambió su vida: el debutante Martin Scorsese, italoamericano como él, que le confió el papel principal en "Mean Street" (junto a Harvey Keitel).
Dos años más tarde los dos, como pareja, replicaron el éxito con la extraordinaria "Taxi Driver" que gana la Palma de Oro en Cannes.
Al igual que 1973, 1975 también fue un punto de inflexión para el actor: alternó el plató con Scorsese y luego Bernardo Bertolucci que lo convocó para su épica "Novecento" en el papel del burgués Alfredo Berlenghieri.
A partir de esa experiencia se consolidó el vínculo de De Niro con Italia, más tarde consagrado por la doble ciudadanía y por las visitas al pueblo de sus abuelos, Ferrazzano, en Molise.
“Italia –dijo hace poco– sigue siendo el país más hermoso del mundo, y el que históricamente ha dado más que ningún otro en términos culturales y artísticos. Hoy me parece que está viviendo un momento muy caótico, pero tengo la impresión de que eso es una constante en su vida”
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