Parece un ataque, pero en realidad es un mensaje. La reacción israelí a los lanzamientos de misiles y drones de Irán ha sido contenida y limitada. Pocos daños, a los que Irán resta aún importancia, y una advertencia clara que se puede resumir así: "Podemos golpearos cuando y donde queramos, esta vez hemos sido moderados. Terminemos aquí".
En realidad, Tel Aviv no ha admitido nada oficialmente, pero fuentes israelíes han filtrado al periódico estadounidense The Washington Post que el ataque es de hecho una "señal" para Irán sobre su capacidad de llegar a cualquier lugar dentro del país. Por otro lado, en los últimos días ha habido presiones muy fuertes por parte de Occidente para que Israel no reaccione al ataque de Teherán o, al menos, tenga una reacción contenida.
Una petición inequívoca vino del G7 en Capri, del Consejo Europeo de Bruselas, de la Casa Blanca, que esta vez -al contrario de lo que está haciendo en Gaza- Israel ha escuchado.
También porque, tras el distanciamiento entre Occidente e Israel debido al desarrollo de la guerra en la Franja, el ataque iraní tuvo el efecto de acercar a Estados Unidos y la UE a Israel.
Por lo tanto, a Tel Aviv le conviene no desperdiciar esta "reconciliación", incluso si hoy llegara un nuevo y fuerte "llamado" a la moderación en Gaza por parte del G7. Según Ian Bremmer, analista ampliamente escuchado y fundador de Eurasia Group, el ataque israelí contra Irán es un paso hacia la reducción de la tensión.
"Tenían que hacer algo, pero la acción es limitada en comparación con el ataque a Damasco que precipitó la crisis", apuntó. Pero ni siquiera la reacción de Teherán al ataque israelí a Damasco pretendía hacer daño. Es cierto que por primera vez Irán atacó a Israel dentro de sus fronteras y utilizó alrededor de 300 misiles y drones. Pero fue un ataque "llamado" y esperado que las Fuerzas de Defensa de Israel, también por esta razón, se desactivó con cierta facilidad.
Más que la génesis de una guerra, parecen escaramuzas en las que nadie quiere hundirse, una partida de ajedrez en el filo de la navaja de un Medio Oriente cada vez más acalorado. Irán no tiene ningún interés en un conflicto directo con Israel dadas las diferencias en capacidades militares y tecnológicas.
Prefiere confiar en las diversas milicias que controla en Irak y Siria, en Hamás, Hezbolá y los hutíes.
Israel no quiere abrir otro frente después de los de Gaza y la frontera con el Líbano y debe mantener el precario equilibrio que ha construido con los países árabes suníes de la región.
Por todas estas razones, la diplomacia internacional espera que el intercambio de golpes entre los dos países pueda cesar, incluso si el debate interno en Israel -con las posiciones adoptadas por la extrema derecha que considera "blando" el ataque de anoche- sigue provocando más de una preocupación. Pero, sobre todo, nadie olvida que todo tiene su origen siempre en Gaza, donde la guerra nunca ha cesado. La cuestión a resolver es esa. Y el G7, desde Capri, se lo recordó a todos.
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