Mónica Uriel
(ANSA) - LA LAGUNA 12 MAY - En el cine de animación "el único
límite es la imaginación" y "ya no tengo que ir a Hollywood para
hacer películas de grandes presupuestos", dice a ANSA Pablo
Berger, ganador con su primer largometraje animado, "Robot
dreams", de los Premios Quirino de la animación iberoamericana.
Así lo cuenta en Tenerife (Canarias), donde ayer recibió el
galardón a la Mejor Película de los Premios Quirino recién
llegado de Italia para la promoción de la película con motivo de
su estreno en aquel país.
La cinta fue candidata a los Oscar en la pasada edición y
obtuvo dos premios Goya.
Después de sus películas "Torremolinos 73", "Blancanieves" y
"Abracadabra", Berger (Bilbao, 1963) se adentró en el mundo de
la animación para contar, sin diálogos, la historia de una
amistad entre un perro y un robot en la Nueva York de los años
80 que narra Sara Varon en un comic.
Y descubrió que "si las historias las haces en animación no
hay límites. El único límite es la imaginación".
En la imagen real, "los límites presupuestarios son más
fuertes, en cambio, en la animación si tienes un presupuesto
adecuado puedes hacer absolutamente todo", añade.
En "Robot dreams" "he hecho un homenaje a los musicales de
Hollywood con miles de bailarinas de claqué, impensable con
presupuesto europeo. Se puede hacer una secuencia de acción que
puede parecer una película de James Bond", apunta.
"Me ha abierto el abanico de las historias que puedo contar.
Ya no tengo que ir a Hollywood para hacer una película, puedo
hacer en animación una película de gran presupuesto con un
presupuesto europeo".
Berger cree que "siguen existiendo prejuicios hacia la
animación, aunque menos que hace 10 años".
Las películas de animación "tienen que romper ese techo de
cristal, y ahora hay muchas grietas, como "Pinocho", de
Guillermo del Toro. Pero tenemos que seguir repitiendo este
canto de guerra de que la animación no es un género".
Además, el gran público piensa que el cine de animación es
para niños, pero también es para adultos".
En "Robot Dreams" Berger quiso "tratar al adulto como un
niño y al niño como un adulto".
También quiso, al hacerla sin diálogos, "acercarse al cine
de Jacques Tati, donde él no habla, pero el mundo es sonoro
alrededor de él".
A su juicio, "sin diálogos la cinta gana en universalidad y
la empatía del espectador es mayor si entra en el viaje porque
se convierte más en la experiencia del soñar despierto que para
mi es el cine".
En esta historia sobre la amistad, las relaciones, la
fragilidad y el duelo, el robot "es una metáfora del amigo y
compañero ideal, no tiene ni Inteligencia Artificial, ni
software ni chips".
A Berger le gusta más "mirar a los robots como los miran los
japoneses desde los años 50, donde nunca son enemigos, como
Mazinger Z, mientras que en la cultura occidental eran seres
malignos".
Opina que "no hay que ser pesimistas" pues "quiero pensar
que los robots pueden hacer bien a la sociedad. Todo depende de
cómo se usen". (ANSA).