Por Stefano Polli
(ANSA) - ROMA, 07 MAG - Las trayectorias de Biden y Netanyahu
no se cruzan. Los dos líderes tienen visiones diferentes sobre
la crisis en Medio Oriente y la guerra en Gaza, pero también, y
tal vez principalmente, tienen necesidades e intereses
diferentes, e incluso en algunos casos, opuestos.
La alianza estratégica entre Estados Unidos e Israel no se
cuestiona, al menos hasta ahora, pero ciertamente la Casa Blanca
observa con una mezcla de aprensión e irritación los movimientos
del primer ministro israelí.
Biden lleva meses pidiendo moderación a Netanyahu y atención
a los civiles en la respuesta militar israelí al ataque a cielo
abierto perpetrado por Hamás el 7 de octubre.
Hasta ahora, Israel ha seguido adelante por su camino, con el
objetivo de erradicar a Hamás de la Franja, y el ejército
presumiblemente continuará hasta que se alcance este objetivo.
La comunidad occidental ha expresado solidaridad con Israel
por el ataque de Hamás, que Estados Unidos y la Unión Europea
consideran una organización terrorista, pero luego también
criticó enérgicamente a Israel por las muchas muertes civiles,
que según los datos de Hamás, ya suman alrededor de 35,000.
Por eso la cuestión de Rafah se ha vuelto central.
Washington pide a Israel que se detenga y encuentre a toda costa
un acuerdo para la liberación de los rehenes, para un alto el
fuego en el terreno, para aliviar a la población palestina que
es diferente de Hamás y para intentar trazar un camino hacia la
paz.
Pero los dos líderes parecen hablar idiomas diferentes hoy
en día. Netanyahu tiene aliados de extrema derecha religiosa
dentro del gobierno que presionan para continuar la guerra, y el
primer ministro debe escucharlos si quiere mantener viva la
coalición, consciente de que el fin de este gobierno podría
significar el de su carrera política.
Y cuando esta guerra termine, el primer ministro actual
tendrá que rendir cuentas a los ciudadanos israelíes por los
errores de inteligencia y de seguridad cometidos en octubre. Y
volverán a ser noticia las polémicas que habían acompañado a
Netanyahu antes del inicio de la guerra, empezando por la tan
criticada reforma judicial.
Y de todos modos, el primer ministro israelí ha prometido
solemnemente a sus ciudadanos una victoria clara y definitiva
contra Hamás, lo cual aún no ha sucedido en estos términos.
Por otro lado, Biden se juega parte de su confirmación en la
Casa Blanca con la guerra en Gaza. Las protestas en las
universidades estadounidenses contra Israel muestran claramente
cómo el tema de las dos guerras (también está Ucrania, con el
acalorado debate sobre las armas en Kiev) podría ser decisivo el
5 de noviembre, cuando Estados Unidos vaya a las urnas.
El voto de la comunidad judía estadounidense y de los
musulmanes estadounidenses será importante y en este momento las
cosas no van bien para Biden.
Por estos motivos, el presidente de Estados Unidos necesita
un cambio en las dos guerras y especialmente en la de Gaza. La
Casa Blanca está participando con determinación en las
conversaciones para el alto el fuego, aunque hasta ahora los
resultados han sido desalentadores.
Los países democráticos siempre quieren la paz, pero para
entender lo que está sucediendo entre Estados Unidos e Israel, y
también sobre el terreno en Gaza, es necesario observar también
las dinámicas de la política interna de estos dos países. Hoy
más que nunca. (ANSA).