Por Alessandro Logroscino
(ANSA) - LONDRES, 28 NOV - La helada se cierne entre el Reino
Unido y Grecia por la larga disputa sobre los mármoles del
Partenón, mientras cualquier perspectiva de negociaciones
inminentes parece alejarse.
Lo que reavivó la polémica, en forma de verdadero choque
diplomático, fue el espectacular fracaso de la visita del primer
ministro griego, Kyriakos Mitsotakis, a Londres, que se tradujo
en la repentina decisión de su colega británico, Rishi Sunak.
-también sin precedentes desde el punto de vista ceremonial- de
cancelar un cara a cara en la agenda de hoy.
Todo comenzó con una reivindicativa entrevista en la BBC
efectuada por Mitsotakis al margen de su desembarco a orillas
del Támesis el domingo por la noche. Una entrevista a la que
Sunak respondió cancelando con muy poca antelación la reunión
individual que debía coronar la visita, cerrando efectivamente
la puerta de Downing Street en las narices del invitado.
Una auténtica bofetada a la que el primer ministro griego
-"asombrado e irritado" según las palabras de su entorno- solo
pudo responder partiendo indignado (y en apuros) hacia su país.
Después de rechazar, como era de esperar, la humillante
oferta del Número 10 de una entrevista alternativa de último
minuto con el viceprimer ministro británico Oliver Dowden.
Lo que detonó la ruptura entre los dos líderes -ambos
conservadores y al frente de las naciones aliadas en la OTAN-
fueron los acentos finales dedicados por Mitsotakis en las
pantallas de la BBC al asunto de los preciosos mármoles traídos
a Londres por Lord Elgin en el siglo XIX, en tiempos del Imperio
Británico y gracias a la complacencia de los otomanos, para ser
posteriormente adquirido por el Museo Británico.
"Estarían mejor en el Museo de la Acrópolis, no es una
cuestión de restitución, las esculturas pertenecen a Grecia y
fueron robadas", aclaró. "Tener algunas piezas del Partenón en
Londres y el resto en Atenas es como cortar por la mitad La
Gioconda".
Declaraciones provocativas sobre la etiqueta de una cumbre
entre aliados, en la interpretación isleña, y que enfurecieron a
Sunak. Quien primero reiteró secamente, a través de un portavoz,
el tradicional punto de vista del gobierno de Su Majestad
"contra la restitución" de un patrimonio histórico "legalmente
adquirido" y sujeto por ley por una norma ad hoc aprobada hace
años, la British Museum Act. Luego intensificó la escalada al
punto de cancelar la cita bilateral.
Una cita en la que la delegación griega "se comprometió a no
plantear" el conflicto -dada la actual incompatibilidad de sus
respectivas posiciones oficiales de principio-, según la
reconstrucción facilitada por Downing Street: que acusa a Atenas
de haber violado no sólo las buenas costumbres, sino también el
acuerdo de concentrar el foco público de la fallida cumbre como
prioridad en la discusión de graves crisis internacionales como
la guerra entre Rusia y Ucrania o el conflicto
palestino-israelí.
Una reconstrucción que, por otra parte, Dimitris Tsiodras,
jefe de la oficina de prensa del primer ministro griego, rebatió
en su totalidad, alegando que no había habido ningún compromiso,
sino que la intención de volver a presentar el expediente del
mármol había sido comunicada "claramente" y de continuar hacerlo
hasta un futuro punto de inflexión, confiándose en las costas
evocadas entre los propios británicos.
No sin calificar la revocación de la invitación como un
hecho inédito en las relaciones entre "dos países amigos": "No
es algo que se hace -recrimina-, estamos buscando un precedente
y no lo encontramos".
Todo ello en un clima de polémica alimentada también por la
reunión que Mitsotakis mantuvo, antes de la cancelación de la
cita con el primer ministro, con el líder de la oposición
laborista, Keir Starmer: él mismo un partidario declarado del no
a la restitución, pero crítico hacia "los patéticos golpes de
teatro" atribuidos a la reacción de Sunak
Starmer, a quien fuentes conservadoras acusan ahora de una
actitud de "ingenuidad" y oportunismo, si no de inteligencia
hacia lo extranjero, en un tema muy sensible de política
exterior, cultural y de "interés nacional". Pero sobre todo
lleno de un orgullo patriótico contrapuesto. (ANSA).