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 BRASIL
Rousseff arremete contra los "golpistas"

Por Darío Pignotti BRASILIA, 11 (ANSA)- "Dilma Rousseff va terminar esta gestión", afirmó la presidenta de Brasil, en primera persona y en una entrevista concedida a la televisión rusa en Ufá, advirtiendo que nada la hará terminar anticipadamente su mandato, a pesar de las oleadas opositoras.
    Del mismo modo se había expresado el martes al diario Folha de sao Paulo de su país y dijo que no iba a caer. "No voy a caer, no caeré, no esperen que me ponga nerviosa, no me atemorizan", aseveró.
    Esas dos declaraciones son la traducción de una decisión de fondo: denunciar el plan golpista atribuido al principal partido opositor, el PSDB, como estrategia para salir del arrinconamiento político que tiene en jaque a un gobierno iniciado el 1 de enero .
    Rompiendo con la falta de iniciativa que caracterizó a sus actos desde su reelección el 26 de octubre pasado, Rousseff desecho rodeos y responsabilizó por las maniobras desestabilizadoras al ex candidato presidencial Aécio Neves,actual senador del PSDB (Partido de la Socialdemocracia Brasileña).
    Si lo que el gobierno se propuso fue plantar la agenda lo consiguió pues de inmediato Neves ocupó su curul en el Senado para rebatir las acusaciones de la mandataria. "Nosotros no somos golpistas, somos responsables, respetamos a las instituciones" se defendió Neves.
    Hay que decirlo: el solemne compromiso republicano asumido por el opositor Neves en el Plenario de la Cámara Alta el miércoles poco se asemeja al incendiario discurso que él mismo había pronunciado el domingo durante la Convención del PSDB, junto al ex mandatario Fernando Henrique Cardoso (1995-2003).
    Aécio Neves y Fernando Henrique Cardoso anunciaron a la nación que su partido estaba "pronto para asumir" el gobierno, una frase que a cualquier observador atento le sonará muy parecido a pedir la salida anticipada de Rousseff, del Partido de los Trabajadores.
    Brasil nunca se pareció excesivamente al resto de Latinoamérica por razones históricas que algunos observadores atribuyen a su herencia lusitana distinta del lego español heredado por el resto de la región.
    La inestabilidad y los giros bruscos propios de la mayoría de los países sudamericanos no se replica en Brasil, donde hasta la transición de la dictadura a la democracia fue más consensuada y menos abrupta. De allí que esta coyuntura que la tiene a Rousseff acosada por el fantasma del golpe sea bastante inusual en un país ajeno a los sacudones.
    Algunos se preguntan por qué Dilma escogió esta semana para salir de las cuerdas e intentar ganar el centro del ring.
    La respuesta más obvia, y evidente, es que no podía seguir cediendo terreno a sus rivales y necesita recuperar su muy desgastada imagen retratada en el 68% de reprobación mostrado por una encuesta reciente.
    A lo que se suma una desocupación del 8,1 por ciento, según datos oficiales de esta semana, y la proyección de una recesión que superará el 1 por ciento y según el FMI llegará al 1,5 por ciento.
    Hay otras explicaciones no tan corrientes pero que merecerían ser consideradas, al menos como ejercicios de análisis.
    Una de esas interpretaciones sostiene que Dilma optó por salirle al toro esta semana luego de una gira de cuatro días por Estados Unidos en la que recibió un respaldo elocuente de su colega Barack Obama.
    El respaldo quedó demostrado en declaraciones, la llamó "socia y amiga confiable" y un protocolo que incluyó alojar a la visitante en la Blair House, residencia cercana a la Casa Blanca.
    Tamaño apoyo habría indicado en primer lugar que Dilma es vista en Washington como una presidenta por entero y no alguien que pudiera dejar el poder en cualquier momento. Y esto seguramente inhibirá a los dirigentes opositores que desde hace meses insinúan promover un impeachment (juicio político).
    En un segundo nivel de análisis cabe interpretar a la esmerada recepción dada por Obama como una señal, especialmente hacia los opositores más radicales, de que Estados Unidos ve con recelo una eventual destitución de Dilma.
    Un hipotético proceso de impeachment conmocionaría el cuadro político interno brasileño con el lastre de inestabilidad que ello supone. Inestabilidad que,tratándose de Brasil, podría contaminar al resto de América del Sur. DCP-ADG/ACZ

11/07/2015 18:49

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