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 ARGENTINA
Clima sereno de cara a domingo electoral

Por Alberto Ferrari BUENOS AIRES, 23 (ANSA)- Las elecciones del domingo venidero en Argentina son las terceras consecutivas que se realizan sin tensiones internas, conflictos sociales de envergadura o rupturas bruscas con el pasado inmediato, a diferencia de lo ocurrido en 1983, 1989 y 2003.
    En esta ocasión, tanto el oficialista Daniel Scioli, como los candidatos opositores Mauricio Macri y Sergio Massa, se expusieron durante la campaña electoral como garantes de una "continuidad con cambios" o como el "cambio justo", pero preservando, todos, los beneficios sociales de los últimos años.
    En realidad, no afloraron diferencias sustanciales entre los tres principales candidatos, salvo en temas vinculados a la calidad institucional, la corrupción, la relación con los medios de comunicación y los subsidios al consumo.
    Todos prometieron preservar las nacionalizaciones de las empresas públicas de la década kirchnerista. Todos prometieron mantener o incrementar la asignación universal por hijo. Todos se comprometieron a jerarquizar la escuela pública.
    Al margen de los discursos de campaña y las diferencias -en este caso asimétricas- sobre las estadísticas oficiales en generación de empleo, inflación y seguridad, la sociedad argentina llega a las urnas en un ambiente sereno, sin turbulencias, con mayor o menor participación pero sin histerias.
    Diferente a las elecciones de octubre de 1983 cuando los argentinos se volcaron a las urnas para poner fin al ciclo de la dictadura militar iniciada en 1976 y votó por Raúl Alfonsín, el hombre que representaba la ruptura con los militares y también con el peronismo de los 70, con su violencia política y sus "patotas" sindicales.
    Tampoco existe la histeria o la desesperación de mayo de 1989, cuando entre la hiperinflación y los saqueos, Carlos Menem le devolvió a los argentinos la expectativa de un cambio económico y al peronismo su condición de fuerza hegemónica.
    Y tampoco hay un salto hacia adelante desde el zócalo social y económico de abril de 2003, cuando los argentinos votaron por dejar atrás la crisis que estalló en diciembre de 2001 y provocó la renuncia anticipada del presidente Fernando De la Rúa, quien debió terminar su mandato en diciembre de 2001.
    En aquella elecciones el peronismo volvió a ser la fuerza dominante, con Carlos Menem y Néstor Kirchner en los dos primeros lugares, con una gran dispersión de fuerzas y un balotaje que no fue por la deserción del primero.
    Las estadísticas sociales de Argentina indican cambios sustanciales desde 2003, aunque las oficiales solo son confiables para el gobierno y las que elaboran los centros de estudios suelen ser calificadas de poco rigurosas.
    Igualmente, es posible acordar que el índice de pobreza e indigencia era de 45,8 por ciento en el segundo semestre de 2003 cuando inició su gestión Néstor Kirchner y la última medición del instituto oficial de estadísticas y censo (Indec) en el segundo semestre de 2014 la redujo a 16,1 por ciento.
    Mediciones de universidades privadas han sostenido recientemente que la pobreza ha vuelto a crecer hasta el 25 por ciento.
    En cuanto a la inflación, la escasa o nula confianza que genera el Indec (todos los candidatos prometen devolverle autonomía y profesionalismo a ese ente) ha permitido que afloraran las estimaciones de las encuestadoras privadas y de la oposición parlamentaria.
    La realidad que nadie discute -incluso desde el oficialismo- es que la inflación ha sido el dolor de cabeza económico para los argentinos durante los últimos años y que solo algunos sectores laborales, mediante aumentos por convenios paritarios anuales, pudieron absorber la devaluación de sus salarios.
    Y así como Argentina tiene uno de los índices de inflación más elevados de América Latina -apenas superado por Venezuela- también es cierto que tiene una tasa de desempleo de 6,6 por ciento, una de las más bajas de América Latina y la segunda menor de la década.
   La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) indicó que el PIB por cápita de Argentina en 2014 era de 13.010 dólares y la participación en el PIB regional era de 8.7 por ciento.
    La CEPAL también calculó que en 2002 el PIB cayó hasta 11 por ciento, en 2003 ya experimentó un crecimiento de 7,8 por ciento y se mantuvo en tasas similares hasta 2008, cuando el índice fue cero. A partir de entonces hubo bruscas variaciones, con crecimientos positivos y abruptas retracciones de un año para otro, hasta que en 2014 volvió a ubicarse en cero. AEF-ADG/MRZ

23/10/2015 22:55

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