Por Alberto Ferrari
BUENOS AIRES, 4 (ANSA)- Mafalda, "una niña de clase media,
intelectualizada y rebelde" que nació en 1964, se transformó "en
la principal lectura política y social de varias generaciones"
de argentinos, afirma la historiadora uruguaya Isabella Cosse en
un ensayo de reciente edición. En "Mafalda: Historia social y política", la investigadora
reconstruye el periplo del personaje que cumplió el 29 de
septiembre cincuenta años y ha sido motivo de homenajes a su
creador, Joaquín Lavado (Quino), y de exposiciones gráficas y
artísticas.
A través de ese periplo de cinco décadas, Cosse reconstruye
el espacio social, político y moral que surgió de la
intersección de la clase media y la contestación generacional de
los años sesenta en Argentina. Pese a su origen tan vinculado a las contradicciones y
definiciones ideológicas de la clase media argentina que supo
exponer Quino a través de Mafalda y sus amigos, el personaje
traspasó las fronteras nacionales y generacionales y fue
traducida a veinte idiomas.
Aquella niña que apareció por primera vez en las páginas de
la revista Primera Plana "no nació para el cambiar el mundo"
pero "es hija de su época, de la época de los Beatles, del "Che"
Guevara, de la descolonización de Africa",reflexionó su creador,
Quino, reproduce el ensayo. Si bien no hubo una censura directa contra Mafalda durante la
dictadura militar, Daniel Divinsky, el editor de Mafalda en
libros, fue detenido a comienzos de 1977 y luego partió al
exilio.
En la cárcel, uno de sus carceleros le pidió que le dibujara
una Mafalda para sus hijos, confundiéndolo con Quino. Durante la dictadura (1976-1983) "se siguieron vendiendo los
libros de Mafalda, aunque no fue posible saber si se publicaron
nuevas tiradas o solo se distribuyeron las realizadas
anteriormente que eran decenas de miles de ejemplares ni que
sucedió con el volumen de ventas", explica Divinsky en el
ensayo. Un gesto macabro durante la dictadura fue la aparición de un
póster de Mafalda junto a los cadáveres de los tres sacerdotes y
dos seminaristas palotinos asesinados en julio de 1976 por un
grupo militar en la Iglesia de San Patricio de la Ciudad de
Buenos Aires. Ese testimonio gráfico que reproduce el ensayo, fue publicado
por el periodista Eduardo Kimel en "La masacre de San Patricio". Cosse afirma que "no hay duda que Mafalda pasó de una
generación a otra en lecturas resignificadas" y durante la
dictadura la tira humorística fue "un caballo de Troya muy
incómodo porque la historieta estaba plagada de alusiones
políticas que siguieron vigentes durante mucho tiempo". Quino, mientras tanto y con el advenimiento de la dictadura
optó en 1976 por radicarse en Milán y ocasionalmente volvió al
país, con escasa visibilidad en los medios. Sin embargo, en 1980 volvió a publicar en la edición
dominical del diario Clarín de Buenos Aires y con el retorno de
la democracia en 1983, la sociedad argentina recuperó la
posibilidad de "sintonizar mejor" con el personaje de Mafalda,
una vez más "resignificado" por la lectura de las nuevas
generaciones. Cosse resalta en su ensayo que "el regreso de la democracia
reactivó la presencia de Quino en la opinión pública y con él,
de Mafalda" y ya en los primeros meses de 1984 se realizaron
muestras retrospectivas del autor y de su personaje en Buenos
Aires y otras ciudades del interior del país. La historiadora uruguaya es investigadora del Instituto
Interdisciplinario de Estudios de Géneros de la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Buenos Aires y
de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).
AEF-ADG/ACZ
04/10/2014 16:50
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