"Creo que puede hacerlo, porque es una persona que, desde este punto de vista, es bastante decisiva en sus elecciones", afirma el cardenal Gianfranco Ravasi, de 82 años y, por lo tanto, ya no elector. "Todo es posible", repitió poco después el cardenal de Marsella, Jean-Marc Aveline, de 67 años, al margen de una rueda de prensa en el Vaticano, donde también añadió suavemente la hipótesis el cardenal de Barcelona, ;;Juan José Omella Omella: "No soy un profeta, no tengo una respuesta, pero las reglas lo prevén".
El escenario de su dimisión parece, pues, aceptado aunque efectivamente se le haya visto salir hoy del hospital Agostino Gemelli: el Papa se está recuperando lentamente como lo demuestra la visita de la Premier Giorgia Meloni, veinte minutos juntos ayer en la sala de estar del Apartamento Papal en el décimo piso.
Fue a Meloni a quien el Papa, después de algunas bromas, le confió que tenía una "preocupación", la del Jubileo. Su nueva hospitalización, de hecho, cae en un año muy particular como es el del Año Santo, que involucra no solo al Vaticano sino a todo el país.
La sensación del Papa es conocida: Jorge Bergoglio no piensa irse mientras tenga un mínimo de fuerzas. "Se gobierna con la cabeza, no con la rodilla", ya había dicho cuando sus dolores de rodilla habían sido el pretexto para que muchos de sus detractores lo cuestionaran. Pero el Papa también es consciente de que el Jubileo sin su estrella, la del Pontífice, corre el riesgo de desarrollarse en tono menor.
Lo que preocupa sobre todo es el problema de la voz y de su capacidad real para pronunciar discursos. "Hasta ahora ha decidido continuar con su actividad", explicó Ravasi en declaraciones a RTL 102.5. "Incluso cuando, por ejemplo, estaba la dificultad de la rodilla", "siempre ha existido la tendencia a luchar y a reaccionar, y también es una elección legítima, porque ha sido capaz de afrontar también viajes en condiciones absolutamente difíciles y exigentes, como el del Lejano Oriente", observó el cardenal.
Sin embargo, "no hay duda de que si se encontrara en una situación en la que su capacidad de tener contacto directo, como a él le gusta hacer, de poder comunicarse de manera inmediata, incisiva y decisiva, se viera comprometida, entonces creo que podría decidir dimitir".
"El Papa declaró explícitamente que había entregado la carta en manos del entonces Secretario de Estado, por lo que se trató de un acto formal", recuerda Ravasi.
"Debo decir, sin embargo, que pude ver de primera mano la decisión de Benedicto XVI, porque me la había confiado. En este caso, afirmó claramente que sí, que todavía existía la posibilidad, al menos de cabeza, de poder gobernar, porque su mente se había mantenido viva durante mucho tiempo. Su cuerpo, sin embargo, estaba en una situación que le impedía afrontar viajes, audiencias y todos esos compromisos continuos", completó
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