"Y no olvidemos lo que sucederá en el Juicio Final - advirtió -: el Señor no nos preguntará: '¿Qué estudiaste? ¿Cuántas carreras tuviste? ¿Cuántas obras trajiste...?'. , no: 'Ven, ven conmigo - dirá el Señor - porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber; fui perseguido y me protegiste'".
Según el pontífice, "este es el tema del examen final por el que seremos juzgados. Aquí está la luz para nuestro camino y aquí también el antídoto eficaz para superar, en nosotros y a nuestro alrededor, la cultura del descarte": "Por favor, no descartes a las personas, no selecciones a las personas con criterios mundanos: lo importantes que son, cuánto dinero tienen... Estos criterios mundanos, afuera. No descartar, sino recibir, abrazar a todos, amar a todos", exhortó.
"Esta cultura proviene del individualismo, de la fragmentación, que lamentablemente domina nuestros tiempos", agregó el pontífice.
El Papa, en la Sala Clementina, habló a los participantes en los capítulos generales de la Sociedad de las Divinas Vocaciones (padres vocacionistas), de las Hermanas de la Presentación de María Santísima en el Templo, de la Sociedad del Sagrado Corazón y de las Hermanas misioneras dominicas de San Sixto, y se centró también en los temas del discernimiento y la formación.
"Nuestro mundo tiene una gran necesidad de redescubrir el gusto y la belleza de decidir, especialmente en lo que respecta a las elecciones definitivas, que determinan un punto de inflexión decisivo en la vida, como las elecciones vocacionales", explicó.
"Necesita, por tanto, padres y madres que ayuden, especialmente a los jóvenes, a comprender que ser libre no significa permanecer eternamente en una encrucijada, haciendo pequeñas 'escapadas' a izquierda y derecha, sin tomar nunca un camino", subrayó.
Para el pontífice, "ser libre significa apostar -¡apostar!- por un camino, con inteligencia y prudencia, por supuesto, pero también con audacia y espíritu de renuncia, para crecer y progresar en la dinámica del don, y para ser feliz, amando según el plan de Dios".
Además, "sólo quien humildemente y constantemente se reconoce 'en formación' puede aspirar a ser un buen 'formador' para los demás, y la educación, en cualquier nivel, es siempre ante todo compartir caminos y comunicar experiencias, en ese sentido búsqueda gozosa de la verdad, 'que inquieta el corazón de cada hombre hasta encontrar, habitar y compartir con todos la Luz de Dios' (Constitución Apostólica Veritatis gaudium, 1)".
"Y por favor - agregó Francisco -, tengan cuidado con la inquietud del corazón, ¿eh? '¡No, mi corazón está tranquilo!'.
Una cosa es estar en paz, y otra cosa es estar inquieto. Debemos estar en paz", pero inquietos".
También en este sentido "su misión es hoy decididamente profética, en un contexto social y cultural caracterizado por una circulación vertiginosa y continua de información, pero por otra parte, dramáticamente pobre en las relaciones humanas - concluyó -. Nuestros tiempos necesitan educadores que sepan con amor hacerse compañeros y compañeras de camino del pueblo que les ha sido confiado".
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