Francisco no lo hace utilizando influencia diplomática o política, sino con un nuevo y fuerte llamamiento en el Angelus dominical.
"En Gaza, en particular - afirmó -, es necesario dejar espacios para garantizar la ayuda humanitaria y los rehenes deben ser liberados inmediatamente. Que nadie abandone la posibilidad de detener las armas".
"¡Alto el fuego! El padre Ibrahim Faltas - lo escuché hace un momento en el programa 'A su imagen' - dijo: '¡Alto el fuego! ¡Alto el fuego!'. Es el vicario de Tierra Santa. También nosotros, con el padre Ibrahim, decimos: ¡alto el fuego! ¡Alto, hermanos y hermanas! ¡La guerra es siempre una derrota, siempre!".
El Pontífice agradeció "a todos, en muchos lugares y de diferentes maneras, que se sumaron a la jornada de ayuno, oración y penitencia que vivimos el viernes pasado, implorando la paz en el mundo. No nos rindamos. Sigamos orando por Ucrania y también por la grave situación en Palestina e Israel y por las demás regiones en guerra".
Veremos cómo será recibido el grito del Papa por un alto el fuego en Gaza. Pero hoy, mientras tanto, la causa de la paz en Oriente Medio también ha sido apoyada con un acto especial de consagración de Tierra Santa al Inmaculado Corazón de María, pronunciado por el patriarca latino de Jerusalén, el cardenal Pierbattista Pizzaballa, durante la misa en el Santuario de Deir Rafat con motivo de la solemnidad de la virgen María, reina de Palestina. A la liturgia siguió la tradicional procesión con el icono de la Virgen.
"Permitir que termine la guerra y que la paz se extienda en nuestras ciudades y nuestros pueblos", invocó el cardenal.
La humanidad "ha olvidado las lecciones aprendidas de las tragedias del pasado reciente, de los sacrificios de millones de personas muertas en las guerras", agregó.
"En medio del misterio de la iniquidad que es el mal y la guerra - continuó - guía a los líderes mundiales y a quienes deciden el destino de las naciones, para que decidan según la justicia y la verdad, y trabajen por el bien común".
"Muestren a los habitantes de su patria el camino de la fraternidad. En medio del trueno de las armas, conviertan nuestros pensamientos en paz y nuestras espadas en arados - añadió el cardenal -. Que su toque maternal calme a los que sufren y huyan de los cohetes y las bombas. Que su abrazo materno consuele a los heridos u obligados a abandonar sus hogares, a los que han perdido a sus familias, a los presos y a los desaparecidos y prisioneros".
"En esta hora, cuando los pueblos de Tierra Santa se dirigen a ustedes, su corazón late con compasión por ellos y por todos los pueblos diezmados por la guerra, el hambre, la injusticia y la pobreza", concluyó Pizzaballa.
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