Mientras los países de Europa muestran vacilaciones respecto de la cuestión los inmigrantes, el papa Francisco evitó rodeos y sostuvo la necesidad de evitar resignaciones como "ver seres humanos tratados como bienes de cambio, encarcelados y torturados de manera atroz".
"Ya no podemos presenciar la tragedias de naufragios, debido al odioso tráfico y al fanatismo de la indiferencia", insistió el argentino Jorge Mario Bergoglio.
"Hay que rescatar a las personas que corren el riesgo de ahogarse si son abandonadas sobre las olas. ¡Es un deber de humanidad, es un deber de civilización!", expresó el Pontífice Marsella, frente al monumento que recuerda a las víctimas del mar.
Francisco está en Marsella para enviar una llamada de atención a Europa.
El cardenal anfitrión de los Encuentros Mediterráneos, el obispo de Marsella Jean-Marc Aveline, afirmó que "cuando las instituciones políticas prohíben a las organizaciones no gubernamentales e incluso a los barcos que cruzan estas aguas llevar ayuda a los náufragos, es un delito grave y un violación del derecho marítimo internacional más básico".
Una declaración dura, directa, en sintonía con el Papa, quien agradeció a las organizaciones que "van hacia el mar para salvar a los migrantes".
En primera fila escuchó al papa Francisco Luca Casarini de Mediterranea Saving Humans.
Francisco también reiteró en Marsella su posición sobre que los inmigrantes no son números y que la situación en la que se encuentran en estas horas de crisis y de aterrizajes desesperados es "una crueldad, una terrible falta de humanidad".
"Repatriar a los inmigrantes significa "luego los encarcelan" en esos "campos de concentración libios", prosiguió.
Por lo tanto, según el Papa, la alternativa no puede ser entre el Mediterráneo, "el cementerio más grande de Europa", y los inmigrantes en busca de esperanza y, en cambio, efectivamente privados de su libertad.
Por eso, el primer momento del Papa, al aterrizar en la ciudad francesa, es un acto político.
Sube a la roca de Notre Dame de la Garde, la Virgen a quien los marselleses confiaban sus marineros.
Las pequeñas vasijas que cuelgan del techo dorado y los numerosos exvotos, con pinturas de barcos, hablan de un mar que no sólo es uno de los espectáculos más bellos de la naturaleza, sino también de la muerte.
"No nos acostumbremos a considerar los naufragios como hechos noticiosos y a las muertes en el mar como cifras: no, son nombres y apellidos, son rostros e historias, son vidas rotas y sueños rotos".
"Pienso en tantos hermanos y hermanas ahogados por el miedo, junto con las esperanzas que llevaban en el corazón. Ante semejante drama, no se necesitan palabras, sino acciones. Pero incluso antes, se necesita humanidad: silencio , lágrimas, compasión y oración", completó el Papa.
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