El Papa Francisco hoy "aceptó la renuncia al cuidado pastoral de la Diócesis de Knoxville presentada por Monseñor Richard F. Stika".
Este es el escueto comunicado vaticano que no ofrece ninguna razón. Stika tiene 66 años, por lo que está lejos de los 75 años de jubilación. Por lo tanto, es una verdadera eliminación.
No es la primera para el estado del sur de Estados Unidos en el que solo el 8 por ciento de los habitantes son católicos frente al 24% de la media nacional: en 2018, tras solo dos años al frente y también en ese caso tras una visita apostólica, el obispo de Memphis, Martin Holley, fue destituido en medio de acusaciones de acoso sexual y mala administración financiera.
En el caso de Stika, nativo de St. Louis y protegido del ex arzobispo de Filadelfia Justin Rigali, quien se mudó con él a su casa después de dejar el cargo en 2011, su mandato en Knoxville duró 14 años, muchos de ellos perturbados por preguntas sobre presuntos encubrimientos de abusos, deshonra entre sacerdotes y problemas en el manejo de las finanzas de la diócesis.
Entrevistado este año por el National Catholic Reporter, Stika se defendió: "Veo crecimiento, veo estabilidad financiera, veo vocaciones y felicidad", dijo.
La imagen esbozada en una carta al nuncio apostólico en Washington Christophe Pierre era bastante diferente, en la que once sacerdotes de Knoxville habían pedido en 2022 un "alivio lamentable" del liderazgo Stika de la diócesis.
El mismo año, en un juicio, el obispo fue acusado de obstruir una investigación sobre un caso de acoso sexual por parte de un seminarista protegiendo al acusado y amenazando al acusador. Así se puso en marcha la inspección vaticana para comprobar la situación sobre el terreno.
Hace un mes, una investigación del National Catholic Reporter recopiló testimonios de seis sacerdotes que, hablando de forma anónima por temor a represalias de Stika, describieron al obispo como una figura autoritaria y abusiva, capaz de intimidar a sus subordinados.
Stika había rechazado las acusaciones pero hoy, al anunciar su dimisión, admitió que "se han planteado dudas en los últimos meses" sobre su liderazgo.
Luego explicó que las polémicas "han tenido un peso físico y emocional" sobre sus graves problemas de salud: diabetes, pérdida de la visión de un ojo, infarto en 2009 y neuropatía: "Por esto -dijo- agradezco a Santa Padre haber aceptado mi petición de ser relevado de las responsabilidades de la diócesis".
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