Desde el 28 de febrero (aunque la Santa Sede se lo comunicó hoy) tampoco es más el prefecto de la Casa Pontificia, un cargo que de todos modos no ejercía desde hacía años porque el Papa Francisco le había pedido que se quedara en el Monasterio con Ratzinger y que no se le viera en el Palacio Apostólico.
Al final, a pesar de varios encuentros cara a cara, el Papa no quiso darle a Gaenswein un nuevo "trabajo".
La relación entre Jorge Bergoglio y el prelado alemán es una difícil, que se resquebrajó definitivamente tras las publicaciones contenidas en el libro "Nada más que la verdad" en el que Gaenswein expresaba críticas explícitas al Papa Francisco.
Hace algunos meses habían circulado diversas hipótesis, desde la designación como Nuncio a la asignación de una cátedra en alguna universidad pontificia, incluso porque puestos en la Curia, donde Gaenswein aspiraba a quedarse, no hay muchos libres. En cambio, como ya anticiparon días pasados algunos artículos de la prensa alemana, el exsecretario de Benedicto XVI, que tiene 66 años, vuelve a Alemania.
"Por el momento", especifica la exigua nota de la Santa Sede.
Y otra historia difícil en el Vaticano está llegando a su fin (pero por razones muy diferentes a las de Gaenswein): la del padre Marko Ivan Rupnik, el jesuita esloveno que fue apreciado en todo el mundo por sus mosaicos y desde el miércoles ya no forma parte de la Compañía de Jesús.
Tiene un mes para apelar, pero todo parece indicar que su historia religiosa realmente ha llegado a su fin. De hecho, está acusado por diversas religiosas de abusos sexuales, psicológicos y de poder.
Los jesuitas, en espera de verificar su posición, le habían impuesto "cambiar de comunidad y aceptar una nueva misión" en la que le ofrecieron "una última posibilidad como jesuita de saldar las cuentas con su pasado y dar una señal clara a las numerosas personas afectadas que testimoniaron contra él, para poder ingresar en un recorrido de verdad".
"Frente al reiterado rechazo de Marko Rupnik de obedecer este mandato, nos restó, lamentablemente, una sola solución: la renuncia de la compañía de Jesús", dijo hoy el delegado de los jesuitas, Johan Verschueren, que tras las denuncias se ocupó de su caso. Rupnik, en las últimas semanas, de hecho viajó y realizó celebraciones públicas sin respetar el bajo perfil requerido por el respeto a las víctimas.
El grado de credibilidad de lo denunciado por las religiosas es "muy alto", según consideran los jesuitas.
Esto no bastará para hacer justicia, pero es un primer paso.
Y pensar que Rupnik era muy estimado y buscado por las más altas esferas del Vaticano y por el mismo Vicariato de Roma.
Ahora existe el interrogante de si sus obras de arte deben ser removidas (una reflexión que, por ejemplo, está en curso en Lourdes) para evitar que con su misma existencia sean un nuevo motivo de sufrimiento para las víctimas.
Cabe recordar que Rupnik fue excomulgado pero luego se levantó la excomunión y se espera aún más claridad sobre este asunto.
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