(ANSA) - CIUDAD DEL VATICANO, 21 MAR - "Uno de cada siete
cristianos sufre persecución hoy", afirmó el nuncio apostólico
monseñor Fortunatus Nwachukwu, observador permanente de la Santa
Sede ante las Naciones Unidas y otros organismos
internacionales, en su discurso en Ginebra en la 52ª Sesión del
Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
En nombre de la Santa Sede, Nwachukwu - recientemente
nombrado por el Papa como secretario del Dicasterio para la
Evangelización, sección para la primera evangelización y las
nuevas Iglesias particulares - quiso llamar la atención
internacional "sobre la situación de muchas personas y
comunidades que sufren persecución por sus creencias
religiosas".
El arzobispo, informó Vatican News, citó las palabras del
Papa: "La paz también requiere el reconocimiento universal de la
libertad religiosa. Es preocupante que las personas sean
perseguidas solo porque profesan públicamente su fe y en muchos
países la libertad religiosa está limitada. Cerca de un tercio
de la población mundial vive en estas condiciones", denunció.
"En los últimos años, hemos sido testigos de la
intensificación de las medidas represivas y los abusos, incluso
por parte de las autoridades nacionales, contra las minorías
religiosas en muchos países del mundo", agregó el representante
del Vaticano.
Sostuvo que a "los creyentes se les suele negar el derecho a
expresar y practicar la propia fe, aun cuando no ponga en
peligro la seguridad pública ni viole los derechos de otros
grupos o individuos".
Además, dijo, "la profanación y destrucción de lugares de
culto y sitios religiosos, así como los ataques violentos contra
líderes religiosos, se han intensificado recientemente y se
están volviendo alarmantemente más comunes.
No menos preocupante, según Nwachukwu, es "la condición de
los creyentes en algunos países donde, tras la fachada de
tolerancia e inclusión, se perpetra la discriminación de forma
más sutil e insidiosa".
"En un número cada vez mayor de países, asistimos a la
imposición de diversas formas de censura que reducen la
posibilidad de expresar las propias creencias tanto pública como
políticamente, con el pretexto de evitar herir la sensibilidad
de los demás".
De esta manera, dijo el prelado, "se pierde mucho espacio
para el diálogo sano e incluso para el discurso público".
"A medida que disminuye este espacio, disminuye nuestra
capacidad de expresar el derecho fundamental a la libertad
religiosa, así como la libertad de pensamiento y de conciencia,
que son también un requisito previo indispensable para alcanzar
la paz y construir una sociedad justa", concluyó. (ANSA).
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