"Santo ya", cómo le sucedió a Juan Pablo II, en el mismísimo funeral de Benedicto XVI grupos de fieles elogiaron a Joseph Ratzinger pidiendo su reconocimiento como santidad, pero no es algo que vaya a ocurrir de modo sencillo.
Una reacción popular, tal vez movida por la emoción de estas horas, porque el proceso de convertirse en santo es cualquier cosa menos una operación simple y corta en el tiempo.
Todavía se requiere la constatación, como parte de los requisitos, de un milagro después de la muerte.
Mientras tanto, en estas horas un viejo episodio es muy popular en las redes sociales, el encuentro en 2012 entre el entonces Papa Benedicto XVI y un adolescente estadounidense con cáncer. Ese chico esta curado y mientras tanto se ha hecho sacerdote. Un hecho que está siendo propuesto hoy como un "milagro" concretado por Ratzinger.
La historia es la del padre Peter Srsich. En 2011 tenía 17 años cuando le diagnosticaron cáncer de pulmón. Fueron momentos difíciles, incluso de rechazo a la fe. Pero el joven después de años, dijo que sentía que Dios estaba junto a él en ese camino para afrontar la quimioterapia y otros tratamientos.
Contactado por la asociación estadounidense "Make-a-wish", que tratar de conceder los deseos de los niños y adolescentes enfermos, expresó el deseo de encontrarse con el Papa Benedicto XVI. Deseo, un poco particular en comparación con aquellos que normalmente esta asociación encuentra.
Finalmente, se hizo realidad en mayo de 2012, cuando Peter y su familia realmente lograron conocer al Papa. Aquella ocasión quedó inmortalizada a partir de unas fotografías, Ratzinger habló con el niño, lo bendijo y tocó su pecho justo a la altura del pulmón.
El paciente de cáncer, poco a poco, mejoró, gracias a los tratamientos, y también "gracias a las oraciones" por las que el joven siempre agradecía. La enfermedad retrocedió y nueve años después de esa reunión con Benedicto XVI, el niño se conviertió en sacerdote.
Son muchos en estas horas los que le atribuyen al Papa Emérito esa sanación. El protagonista piensa diferente y ya confió a los medios estadounidenses su opinión al respecto: "La la quimioterapia me ayudó a combatir el cáncer. Estar frente al Papa y conocerlo, y ver mi futuro, me ayudó a superar esto, y en alguna medida pequeña, no milagrosa, me ayudó sanar del cáncer".
El sacerdote está hoy en la primera línea de los movimientos pro-vida estadounidenses.
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