La decisión se produce después de meses de estancamiento político e incertidumbre y de la ruptura de las negociaciones de los partidos institucionales para formar una mayoría que aislaría al FPO, que quedó primero en las elecciones de octubre.
La decisión de Van der Bellen, 100 días después de las elecciones legislativas del 29 de septiembre, en las que el partido de extrema derecha FPO obtuvo un sorprendente 29% de los votos, suscita preocupación sobre las ambiciones de Kickl de convertirse en el "Volkskanzler" (Canciller del Pueblo), un término que recuerda connotaciones del Tercer Reich nazi.
Estos acontecimientos se producen tras un período turbulento, marcado por la dimisión del canciller Karl Nehammer (OVP), la imposibilidad de formar una coalición entre los socialdemócratas (SPO), el Partido Popular (OVP) y los liberales centristas de Neos, que contribuyó aún más al empeoramiento la crisis política, empujando al país hacia una situación de incertidumbre.
Van der Bellen subrayó que la prioridad es evitar nuevas elecciones, lo que agravaría el impasse político.
En su reunión con Kickl, el presidente reiteró que el nuevo gobierno deberá respetar los principios fundamentales de la Unión Europea, sus valores democráticos, la libertad de prensa y los derechos civiles, que deberán constituir la base de cualquier negociación para la formación de la coalición.
Sin embargo, el mandato confiado a Kickl promete ser complejo, pues el líder del FPO ya ha anunciado su intención de asumir el cargo de "Volkskanzler", pero las difíciles negociaciones con OVP no están destinadas a resolverse fácilmente.
Para complicar aún más la situación, se ha anunciado el nombramiento del nuevo secretario general del Partido Popular, Christian Stocker, que históricamente se ha opuesto a cualquier forma de colaboración con el FPO. Su posición corre el riesgo de arruinar cualquier intento de diálogo con la ultraderecha.
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