"El mundo asiste a un regreso de la Guerra Fría, pero con un riesgo mucho mayor de que pase de fría a caliente", declaró Lavrov durante su discurso en la cumbre organizada por la presidencia rotativa maltesa de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa. Una intervención marcada por las protestas de varias delegaciones europeas, incluidas las de los países bálticos, Polonia y la República Checa, que abandonaron dramáticamente la sala en cuanto el ruso tomó la palabra.
A continuación, el coriáceo jefe de la diplomacia de Moscú prosiguió con un verdadero espectáculo, acusó a Estados Unidos de querer "subyugar a la UE, a la OSCE, al Pacífico, al golfo de Taiwán y a la península de Corea" y lanzó ataques contra supuestas "falsedades de los ucranianos" dado que, según él, en Bucha en 2022 "habrían colocado cadáveres para las cámaras de la BBC".
En ese momento, la respuesta del secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, no pudo ser más que pirotécnica: "Hemos sido golpeados por un tsunami de desinformación", afirmó, volviéndose hacia la silla vacía de Lavrov, que entretanto ya había abandonado la sala. "No nos dejemos engañar por sus palabras: aquí no estamos hablando de la seguridad de Rusia sino de su proyecto imperial que pretende borrar a Ucrania de los mapas geográficos". El ministro de Asuntos Exteriores ucraniano, Andrij Sybiha, también presente en la cumbre, se mostró en el mismo tenor y definió a su colega ruso como "un criminal de guerra": "Cuando Moscú dice que quiere hablar de paz miente -acusó-. Miren sus acciones, continúan bombardeando a civiles y amenazan con una catástrofe nuclear".
Pero si en Malta hay una polémica pública entre Estados Unidos y Rusia, algo se está pergeñando entre Moscú y Washington en vísperas de la llegada de Donald Trump. De hecho, por la mañana llegó la confirmación de que los jefes de Estado Mayor estadounidense y ruso, Charles Brown y Valery Gerasimov, mantuvieron una conversación telefónica sobre Ucrania y otros temas relacionados con la seguridad.
Aplastada entre los dos gigantes, sin embargo, la firmeza del frente UE tambalea, ya que se presentó la cumbre sin la recién nombrada Alta Representante Kaja Kallas. No a todo el mundo le gusta la elección de la dirección maltesa de conceder un visado a Lavrov, contra quien hubo protestas de varias delegaciones, que habrían preferido la exclusión del representante del Kremlin (como también había ocurrido en la cumbre ministerial de 2022 en Polonia).
Pero las delegaciones húngara y eslovaca están fragmentando aún más la posición de la Unión sobre el aislamiento de Rusia: los ministros Szijjártó y Blanár acordaron romper el frente común y se reunieron con Lavrov para darse un apretón de manos y una breve conversación.
Sin embargo, detrás de los tonos incendiarios del debate, la OSCE obtuvo una pequeña victoria. El acuerdo sobre los nuevos cargos se desbloqueó con el nombramiento del turco Feridun Sinirlioğlu como secretario general, compensado por la propuesta de una presidencia chipriota para 2027.
Sin embargo, sigue siendo incierto qué país asumirá la presidencia en 2026 después de la prevista por Finlandia. para el año que viene. Año en el que, revelan fuentes de la OSCE, la organización espera regresar con su propia misión sobre el terreno a Ucrania. No obstante, un regreso que sólo podrá producirse tras un alto el fuego, que por el momento todavía parece muy lejano.
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