La prioridad, para el exponente de Asamblea Nacional, implicada desde hace mucho tiempo en el llamado trabajo de normalización del partido, es evitar el triunfalismo y mostrarse lo más tranquilizador posible respecto de una huida hacia adelante que suscita inquietudes y preguntas, entre ellas entre los simpatizantes de su fuerza RN (Rassemblement National o Agrupación Nacional).
La moción de censura votada junto con el histriónico Jean-Luc Mélenchon -la primera desde 1962- no es una "victoria", sino "la única solución digna" para Francia, declaró Le Pen, creyendo que es "muy razonable", a pesar del rechazo de las concesiones propuestas por Barnier sobre el presupuesto de 2025, al contrario de Francia Insumisa, exponente del Fiamma Tricolore bleu-blanc-rouge no pide la dimisión de Macron y asegura que quiere colaborar con el futuro inquilino de Matignon.
"No estoy pidiendo la dimisión de Macron. Pero llegará un momento en el que, si no se respeta a los votantes y el resultado de la votación, la presión sobre el presidente será cada vez más fuerte", dijo en TF1, y sostuvo que RN "ha sido constructivo desde el principio y lo seremos con el próximo primer ministro que deberá proponer un nuevo paquete financiero.
Lo que queremos es que nuestros votantes sean respetados y escuchados en sus demandas".
Empezando por el ajuste de las pensiones a los números de la inflación que Barnier rechazó. "Nuestras peticiones no han cambiado, son siempre las mismas", se hizo eco de ellas el diputado lepenista Jean-Philippe Tanguy en la radio RTL, advirtiendo que "si el nuevo gobierno no las respeta, RN le descalificará de nuevo" como ocurrió ayer con Barnier.
En definitiva, Le Pen no se considera responsable de la crisis. "El gran responsable de la situación actual es Macron.
La disolución y la censura son consecuencia de sus políticas y de esta gran brecha que existe hoy entre él y los franceses", advirtió.
Pero si una gran parte de los votantes de Rassemblement parecen más o menos convencidos de la opción de rechazar a Barnier, no faltan dudas y perplejidades en el seno del partido.
Así, explica el periódico Le Monde, el partido de extrema derecha multiplica vídeos explicativos y gráficos dirigidos a los militantes.
Una manera de convencer del aspecto "razonable" y "responsable" de las decisiones tomadas, tranquilizando lo más posible a los electores desorientados por la caída del gobierno.
Entre las voces escépticas, también la de un exponente histórico del antiguo Frente Nacional, Bruno Gollnisch, fiel mano derecha de Jean-Marie Le Pen.
"Cualesquiera que sean las críticas legítimas formuladas contra una maniobra socialista, tal vez sea demasiado pronto para desconfiar del valiente Michel Barnier, especialmente a través de una moción en la que somos insultados por la izquierda", advirtió poco antes de la votación, invitando a sus sucesores a evitar que la opinión pública nos acuse de hacer ingobernable el país".
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