El alto funcionario está cada vez más convencido de eso y hoy lo ha explicado analíticamente a los otros 10 jefes de Estado europeos presentes en Cracovia (Polonia) con motivo de la cumbre del grupo Arraiolos, que suelen reunirse anualmente para evaluar problemáticas de actualidad del bloque.
Mattarella no ocultó su preocupación por la prolongación del debate europeo sobre el nacimiento de un verdadero ejército europeo. Una idea que, ya definida en Helsinki en 1999, todavía encuentra resistencias y diferencias entre los 27 Estados miembros.
Y subrayó que está claro que "el Kremlin espera que Estados Unidos -cuando hayamos superado, como esperamos, la situación de emergencia- con la garantía de la soberanía de Ucrania- vuelva a centrar su atención en el Pacífico o volver a la retirada, como ocurrió en los años 1920". Un temor absolutamente fundado en vísperas de las elecciones estadounidenses de noviembre, donde está claro que una victoria de Trump devolvería a Estados Unidos a posiciones decididamente menos eurocéntricas. "Europa debe asumir el papel y las responsabilidades que le corresponden", afirmó en Cracovia en un debate informal que la presidencia polaca centró precisamente en la necesidad de reforzar los lazos transatlánticos. El análisis del presidente italiano sobre las condiciones actuales de la colaboración europea en materia de seguridad es despiadado: "los 27, en conjunto, tienen fuertes limitaciones y pueden llevar a cabo operaciones de complejidad significativamente reducida.
Conocemos las causas. Fragmentación en 27 Fuerzas Armadas diferentes. Consecuente duplicación de funciones y tareas, diferentes sistemas de armas con difícil interoperabilidad.
Tenemos 27 industrias militares, que a menudo compiten entre sí".
Por tanto, debemos contrastar la propia visión que el gigante ruso tiene de la Europa actual. De hecho, argumentó Mattarella, Moscú hoy no ve a la Unión como "un obstáculo militar insuperable". Qué puede disuadirla, se preguntó entonces retóricamente. "El elemento disuasivo -fue la respuesta- es una Unión con capacidades militares adecuadas que solo una verdadera defensa común puede garantizar. Garantizando al mismo tiempo un fuerte mantenimiento de la Alianza Atlántica, porque, en plena complementariedad, la OTAN se fortalecería".
Un razonamiento realista y amargo al mismo tiempo, hasta el punto de que Mattarella pareció consciente del peso de sus palabras: "personalmente siento, más que pesar, tristeza al ver cantidades inmensas de recursos financieros para la compra de armas, llevándolas lejos de los usos sociales, de la salud al cambio climático, de la cultura a las infraestructuras - recordó a los demás presidentes - nos vemos obligados a hacerlo por el cambio climático que de repente ha descendido en nuestro continente, debido a la agresión de la Federación Rusa contra Ucrania y de la manifestación de su sorprendente agresividad militar fuera de la historia y la racionalidad".
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