Herbert Kickl, el controvertido líder del Partido de la Libertad, reclamó la cancillería tras obtener un histórico 29% de los votos. Sus ambiciones, sin embargo, corren el riesgo de chocar contra el muro de todos los demás partidos que se negaron a colaborar con él. Empezando por el Partido Popular, que, en cambio, parece estar orientado hacia una coalición con socialistas y liberales.
"Ganador, ¿y ahora qué?", titulaba el diario Kurier, publicando una foto de Kickl con el pulgar hacia arriba.
El resultado era claro: +13% respecto a las anteriores elecciones, lo que convierte al ultraderechista FPO en el primer partido, por delante de los populares (OVP) del canciller saliente Karl Nehammer y de los socialdemócratas, que obtienen el peor resultado de su historia.
Kickl prometió a sus partidarios que "convertiría" este éxito "en una realidad política en este país", y que después negociaría con los demás partidos para obtener la mayoría absoluta en el Parlamento.
Hay muchas incógnitas. El influyente tabloide Kronen Zeitung predijo conversaciones "largas y turbulentas", que podrían durar meses. La primera cuestión se refiere a las elecciones del Presidente de la República, el Verde Alexander Van der Bellen.
Los analistas recuerdan que tradicionalmente la tarea de formar gobierno se confía al primer partido, pero esta vez Van der Bellen señaló que el nuevo ejecutivo deberá respetar los "cimientos de nuestra democracia liberal": un obstáculo en sí mismo para los objetivos de Kickl, que se definió como el futuro Volkskanzler, el canciller del pueblo, como se llamaba Adolf Hitler, y que demostró ser un feroz crítico de la UE y de las sanciones contra Rusia a causa de la invasión de Ucrania.
El presidente federal podría entonces dirigirse directamente a los populares del canciller Nehammer.
El partido gobernante ya se alió con la extrema derecha en 2000 y 2017, y aún hoy hay convergencia en diversos temas, desde políticas restrictivas sobre la inmigración hasta la protección de la familia tradicional.
El problema es que la gente popular considera que Kickl es demasiado radical. Tanto es así que fuentes del OVP en Bruselas ya descartaron un gobierno de coalición liderado por el líder del FPO.
La única posibilidad evocada por los observadores es que Kickl renuncie a un puesto en el gobierno para limitarse a un papel de eminencia gris del ejecutivo, manteniendo el liderazgo del partido.
Un paso atrás se considera improbable, aunque el diario de orientación liberal Der Standard no excluye que, a falta de otras soluciones, el resultado pueda ser una mayoría con la ultraderecha.
Por el momento, sin embargo, la hipótesis que parece ganar más adeptos es la de una coalición a tres bandas con los populares, los socialdemócratas y los neoliberales (los únicos que crecen junto al FPO).
Entre los dos principales partidos hay varios nudos que desatar, empezando por la engorrosa figura del presidente de SPO, Andreas Babler, con sus exigencias sobre la reducción de la jornada laboral y la introducción de un impuesto a los ricos.
Al mismo tiempo, entre los socialdemócratas hay un componente importante que presiona por un acuerdo con el Partido Popular para reposicionar al partido en el centro.
En el caso de la luz verde a la coalición tripartita, en Austria se materializará un escenario común con otros países europeos, desde Francia hasta los Países Bajos, donde las derechas radicales obtuvieron hazañas en las urnas: un cordón sanitario para excluirlas de las salas de los botones.
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