Si Henry Kissinger viviera, tal vez podría ver resuelta una de sus preocupaciones: ahora, probablemente, tendría un número de teléfono para llamar a Europa y sería el de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
Entre las muchas claves para entender la nueva Comisión Europea, un hecho emerge con gran claridad: nunca un presidente de la Comisión ha tenido potencialmente tanto poder en un momento en el que están surgiendo las grandes debilidades de países tradicionales con liderazgo, como Francia y Alemania.
En ese sentido, existe la sensación de que el Palacio Berlaymont -la sede del ejecutivo europeo en Bruselas- podría desempeñar un papel que rara vez tuvo en el pasado.
Y esto independientemente de los méritos o deméritos de Von der Leyen, quien sigue siendo una política controvertida y criticada por varios partidos, incluso entre los aliados de su mayoría política, como los socialistas, los verdes y los liberales, que votaron por ella hace unas semanas en Comisión y Parlamento Europeo.
Todo esto mientras resuena en los pasillos la clara advertencia proeuropea del expresidente del Banco Central Europeo y ex premier italiano Mario Draghi, quien ha llamado a los líderes de la Vieja Europa a asumir sus responsabilidades en un momento histórico decisivo para el futuro de la Nueva Europa.
Se necesitan decisiones firmes y oportunas para evitar que la Unión Europea (UE) se vuelva "repentinamente pobre y subordinada a otros" y luego, con el tiempo, "inexorablemente en un lugar menos próspero, menos justo y menos seguro" para volverse "en consecuencia, menos libre para elegir" su destino.
Eso en una coyuntura en la cual dos guerras continúan causando estragos y causando muertes en las fronteras de Europa, en el flanco oriental y en un Mediterráneo cada vez más estratégico para los destinos europeos.
Von de Leyen, nunca profundamente amada en algunas cancillerías europeas, tuvo el mérito de jugar todas las cartas disponibles, siguiendo recto su camino, sin mirar a nadie a la cara.
Y no hubo acuerdo con el presidente francés, Emmanuel Macron, sobre la dimisión de Thierry Breton.
El francés comisario europeo de Mercado Interior, Thierry Breton, anunció el lunes su dimisión de la Comisión Europea, alegando que Von der Leyen, con quien mantenía una relación distante, pidió la retirada de su candidatura, en plenas negociaciones sobre la composición del nuevo equipo del Ejecutivo europeo.
Von der Leyen obligó al presidente francés a dar un paso atrás ante un comisario con el que nunca hubo feeling.
De hecho, enfrentó un tira y afloja a los partidos que la apoyaban, convencida de que lo que ella considera como derecha moderada del grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) podría tener un papel en el futuro.
Y quiso que el político italiano Raffaele Fitto fuera vicepresidente ejecutivo porque "Italia es un país muy importante".
Ahora está por verse si los socialistas, liberales y verdes querrán hacerle pagar en los "exámenes" que tendrán que afrontar los comisarios en el Parlamento Europeo.
Puede que no sea fácil para Ursula y para algunos de sus comisarios, pero se debe tener muy en cuenta la valentía mostrada por la presidenta.
La nueva fuerza de la Comisión deja aún más clara la debilidad de los líderes de los países que históricamente lideran Europa.
De hecho, Macron y el canciller alemán, Olaf Scholz, son víctimas de las crisis internas de sus países, del crecimiento de la extrema derecha populista y nacionalista, y de la incapacidad de dar respuestas concretas y claras a sus ciudadanos.
La tarea que le espera a Von der Leyen es apasionante y queda por demostrar que la política alemana es adecuada para los desafíos que enfrenta Europa.
Sin embargo, una inspiración importante puede venir de Mario Draghi, quien explicó con claridad cómo la UE se encuentra ante una encrucijada en la historia: por un lado, un crecimiento convencido y un destino común que renuncie a algunas pretensiones soberanistas, por el otro, el abismo del declive. Las opciones que hay que tomar son claras: defensa europea y construcción de una política exterior compartida, nueva deuda común, aceleración del proceso de toma de decisiones abandonando progresivamente el voto por unanimidad para pasar al voto por mayoría, cooperación reforzada, defensa de los valores democráticos y los principios europeos.
¿Estarán en condiciones Von der Leyen y los líderes europeos dar estos pasos? De sus decisiones depende la elección por el camino correcto ante encrucijada que debe afrontar Europa.
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