Sus recomendaciones ya están listas para ser presentadas: su mega informe de unas 400 páginas sobre competitividad estará sobre la mesa de Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, y sus comisarios salientes el lunes por la mañana.
Y contendrá propuestas sobre sectores cruciales como la energía, la defensa, el comercio, la industria y la gobernanza política y económica de los Veintisiete.
Los pocos avances que se conocen hablan de "reformas e inversiones urgentes", a trescientos sesenta grados, para un punto de inflexión capaz de relanzar la cansina economía continental que -también gracias a la caída de Berlín- ya no crece desde hace tiempo.
Frente a los desafíos trascendentales y a un orden mundial cambiante, la receta del ex primer ministro italiano se desarrolla en cinco macro-capítulos: productividad, reducción de las dependencias, clima, inclusión social y medidas específicas para sectores individuales sobre la base de los diez principales expedientes económicos que preocupan la UE.
El exnúmero uno del Banco Central Europeo (BCE), despojado del traje oficial que ha vestido casi toda su vida, no hará concesiones y volverá a arremeter contra el continente partiendo del mapa de los errores cometidos hasta ahora: en sus directrices -desarrolladas con la ayuda de los principales expertos occidentales en el campo económico y más allá, busca inversiones conjuntas en los campos estratégicos de la defensa y la energía.
Pero también a la oportunidad de avanzar en la integración de los mercados de capitales, a medidas en materia de alta tecnología e innovación, con cambios en las normas sobre ayudas estatales que garanticen la igualdad de condiciones respecto a quienes juegan deslealmente como Pekín.
Y apuntará a las "reformas estructurales" -con un cambio de paradigma- que involucran a toda la galaxia europea, incluidos los gobiernos nacionales. Lo que mantiene a todos en vilo es la indicación de los recursos a desplegar, un telón de acero que siempre ha dividido a halcones y palomas y que nadie conoce tan bien como "Super Mario", como llaman al tecnócrata italiano.
En febrero, el ex primer ministro sugirió que Europa tendrá que encontrar una "enorme cantidad" de dinero -alrededor de 500 mil millones de euros al año- para financiar los avances del gemelo verde y digital. Sin embargo, será difícil hablar de una nueva deuda común tras el Fondo de Recuperación: algunos países y eurodiputados ya han trazado sus líneas rojas.
Como el centrista holandés del PPE (populares), Dirk Gontik, que, por el contrario, pide a Draghi que "aborde la montaña de deudas" acumuladas en estos años marcados por el Covid y las consecuencias de la guerra de Rusia en Ucrania.
Lo cierto, afirmó el expresidente del BCE, anticipando las líneas generales de su trabajo ante los embajadores de los Veintisiete en la UE y en el Parlamento Europeo, es que será necesario perseguir "nuestros valores básicos": prosperidad, paz, inclusión social, protección del clima.
Y que la madre de todos los desafíos será preservar la cohesión trabajando al mismo tiempo en la competitividad.
Partiendo del diagnóstico de una Europa estancada, el sentido de urgencia, recordado también por el Comisario italiano Paolo Gentiloni, es el que deberá impulsar la acción.
El documento representará el legado y la orientación del ex primer ministro para la Europa del futuro, junto con el informe de Enrico Letta sobre el mercado único. Una combinación que, como afirmó la primera ministra Giorgia Meloni en Cernobbio, enorgullece a Italia.
Por lo tanto, después de la presentación, corresponderá a la Comisión, al Parlamento y al Consejo hacer su parte: las palabras de Draghi serán tomadas por Von der Leyen ya en las cartas de misión dirigidas a los nuevos comisarios designados.
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