La pregunta es si se puede realmente descartar una disolución del "semáforo" -como llaman al gobierno de tres fuerzas en coalición- en un país que siempre ha confiado en la estabilidad política. Varios elementos llevan a pensar lo contrario.
En primer lugar, la confesión del propio canciller de hace un par de días, cuando en una entrevista televisiva llegó a definir a su equipo como "un campo de batalla, en el que el humo de los cañones corre el riesgo de oscurecer los resultados".
Un registro bastante nuevo para el líder socialdemócrata, al menos tan alejado como su predecesora Angela Merkel de cualquier actitud que conlleve énfasis. Hasta hace unos meses, Scholz siempre aseguraba a todos la capacidad de su equipo para llegar a soluciones compartidas y eficaces. Pero ahora el choque sobre el presupuesto y los recortes y las fricciones internas con el Ministro de Finanzas, Christian Lindner, que intenta salvar al FDP del hundimiento obligando a todos a intervenir sin medida en el llamado freno del déficit, están poniendo en tensiones al ejecutivo rojo, amarillo y verde.
Y el hecho de que la tensión aumenta peligrosamente se ve también en los grandes titulares del Bild, que hace dos días dictaminó que "no es posible otro año con un gobierno de semáforo", y hoy disparó, de nuevo, recurriendo a un lenguaje soez: "Están tomándonos con los ingresos de los ciudadanos Que me jodan!". Además, el liberal Frankfurter Allgemeine Zeitung (FAZ) también se ha sincerado sobre las relaciones cada vez más intensas entre la CDU de Friedrich Merz, que domina las encuestas, y los Verdes: según informa, ya están acordando montar una alianza después de las elecciones federales.
Recién salido de la tormenta internacional provocada por el recorte de fondos para Ucrania previsto en el presupuesto de 2025, el canciller intentó limitar los daños garantizando el compromiso alemán para con Kiev y recordando que Alemania sigue siendo el país que más hace para ayudar en la UE.
El gobierno mira con angustia las elecciones del domingo 1 de septiembre en Sajonia y Turingia. Especialmente en este último Land (estado) la situación política es inquietante: la ultraderecha AfD nomina a Bjoern Hoecke, el alma extremista del partido y condenado por dos tribunales a pagar multas muy elevadas por los eslóganes abiertamente nacionalsocialistas utilizados en sus mítines.
Y aun con ese perfil, según las encuestas, Alternativa ganaría un 30%, colocándose en el primer lugar entre los partidos. En la pequeña región de Erfurt, los verdes y los liberales corren el riesgo de quedarse fuera del parlamento y el partido de Scholz alcanza un magro 7% de los votos.
Por lo tanto, está claro que los resultados de las elecciones en las regiones de la antigua RDA, donde el recién nacido partido de una figura controvertida como Sahra Wagenknecht podría contribuir a salvarlas de la ola "fascista", tienen un potencial explosivo para el gobierno del canciller. Y los alemanes miran todo esto, en los últimos días de vacaciones, con gran expectación.
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