Calles desiertas y soleadas, turistas sorprendidos y residentes divididos, algunos aburridos, otros felices: así se presenta Brindisi a pocas horas de la llegada de los líderes del G7 que participarán en la cena de bienvenida en el Castillo Suevo.
Hasta hace unos minutos se podía llegar a pie a la entrada de la mansión, donde esta noche también estará el jefe de Estado, Sergio Mattarella.
Algunos turistas tomaron fotos de las banderas de los siete países miembros en el centro de dos banderas de la Unión Europea.
Un londinense, James, contó que llegó a Brindisi esta mañana y se quedó conmocionado: "todo está cerrado, las calles están llenas de policías, no sabíamos que estaba el G7, aunque nos preguntábamos por qué había tantos helicópteros en el cielo. Pensamos que era otro movimiento de (el presidente ruso, Vladimir) Putin", bromeó amargamente.
James también está sorprendido de que no haya manifestaciones de protesta. Pero también es cuestión de horas.
Un desfile de pacifistas estaba programado para las 18 horas (16 GMT): el llamamiento que dirigirán los manifestantes, especialmente al Papa Francisco, es el de la paz. Luego se cenará a base de cous cus y se discutirá el conflicto de Medi Oriente.
Los pocos residentes de la zona, animados por la curiosidad, se manifestaron "cansados" de las molestias. "Ni siquiera hay un retorno económico para la ciudad", subrayó María, cerraron todo y los comerciantes perderán mucho dinero".
Otros, en cambio, como los que esperaban en el balcón con las banderas de Italia, están contentos de que una parte del G7 se celebre en Brindisi: "Es algo hermoso, una oportunidad para Brindisi. A Mattarella le pedimos que se acuerde de Puglia".
Otros están "solo preocupados de que algo pueda pasar, un atentado, pero estamos contentos de tener a todas estas personas importantes aquí".
A medida que pasan los minutos, los controles se incrementan y cualquiera que intente acercarse al castillo es invitado a alejarse del imponente despliegue de seguridad.
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