"Si vis pacem, para bellum" ("si quieres paz prepárate para la guerra"). La célebre máxima latina, relanzada recientemente por el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, ya no se limita a la literatura: fue acuñada en el siglo V por el noble Publius Flavius ;;;;Vegetius Renatus, quien, como Michel, era ajeno a la vida militar. pero se está volviendo una orientación política.
Para la UE, sin embargo, significa movilizar una avalancha de dinero, más de lo que se ha hecho hasta ahora (que no es poca cosa), o al menos otros 80.000 millones de euros al año.
Calculadora en mano, es la cifra que deberán desembolsar colectivamente los 27 para llegar al 2% del PIB en defensa, umbral mínimo de la OTAN (que será "vigorosamente" ratificada a los aliados reacios como Italia, en la cumbre de Washington). El dato de partida se puede consultar discurriendo por el último informe de la Agencia Europea de Defensa (EDA).
En 2022, los países de la UE gastaron 240 mil millones de euros en defensa, y confirmaron, de esta manera, la tendencia al crecimiento desde 2014, año récord negativo (y del estallido de la guerra en el Donbass enseguida después de la anexión de Crimea por parte de Moscú).
En aquel momento -pero es fácil decirlo en retrospectiva- se termina la época de la paz en Europa y comienza algo más, aunque no todos los países de la UE y la OTAN se han dado cuenta: pasar del modo "Venus" al modo "Marte" lleva tiempo.
En 2014 los 27 gastaban colectivamente 171 mil millones de euros y, entonces, en ocho años agregaron a los presupuestos militares unos 69 mil millones (40% en términos reales).
El informe de la EDA se frena en 2022 e indica que la inversión militar UE -en total 240 mil millones- equivale "al 1,5% del PIB". Empero, no basta porque para llegar a centrar finalmente el 2% los 27 deberán desembolsar otro 30%. Y aquí los 80 mil millones de euros (2023 marcará seguramente el signo positivo en las inversiones en defensa, pero para entender el porcentaje respecto al PIB habrá que esperar a los datos consolidados).
El fortalecimiento del sector militar vuelve a poner en juego a la UE: además de EE.UU., que en 2022 reservaron 794 mil millones de euros para el Pentágono mientras vivían en su propia dimensión, China destaca con 273 mil millones de euros, mientras que Rusia, a pesar de su acelerador a fondo, se detiene en 92 mil millones de euros (pero sabemos que las cifras siguen en aumento). Un escenario que obliga a los europeos, quizás por primera vez, a emprender el camino de la "adquisición conjunta" -miserablemente estancado en el 18% del total cuando los objetivos de la UE hoy ya quisieran el 35%- para gastar mejor, y también más.
Adoptar un perfil marcial, para un continente (en promedio) con alta deuda y crecimiento moderado, plantea desafíos importantes. La agencia de calificación Moody's destaca cómo Italia y España son los países con mayor riesgo desde el punto de vista del mantenimiento de las finanzas públicas, ya que alcanzar el 2% "complicará los esfuerzos de reducción de la deuda", exacerbando el "conflicto social".
En el escenario base, la deuda de Roma aumentaría al 144% del PIB en 2030, pero alcanzaría el 147% si se alcanzara el objetivo del 2%. Además, Moody's no pasa por alto el hecho de que en Italia y España existen "los niveles más bajos de apoyo popular a nuevos aumentos del gasto militar".
Pero no son sólo Roma y Madrid las que están pasando apuros.
"Sin iniciativas políticas como medidas para aumentar los ingresos, recortes en otras partidas de gastos o una combinación de ambos -escribe el instituto norteamericano- alcanzar el objetivo de la OTAN de forma sostenible para 2030 será una carga para la solidez presupuestaria incluso de Francia, Alemania y Polonia".
Por lo tanto, no es coincidencia que en el último Consejo Europeo se produjera otro tira y afloja entre frugales y cigarras sobre la oportunidad de utilizar instrumentos innovadores (léase eurobonos) para financiar el rearme de la estrella azul. Pero con un límite. Una recuperación de la defensa sólo puede adquirir un carácter extraordinario, con inversiones específicas (en la línea de la UE Next Generation o el programa SURE). Las directrices de la OTAN, sin embargo, son estructurales: ley presupuestaria tras ley presupuestaria. Y hay dolor.
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