Debe ser impactante para él, a sus 75 años, que ingresó en el hospital de Londres el 26 de enero para un tan anunciado control por un agrandamiento de la próstata, típico de su edad, descubrir que tenía un tumor, aunque, como fue precisado, "no prostático". Pero la experiencia parece, según la narrativa oficial, haberlo dejado tranquilo.
El tranquilo paseo dominical entre árboles desnudos y verdes prados, paraguas en mano y abrigo camel de estilo militar, con Camilla con abrigo blanco y sombrero negro, parece sugerir, por un lado, la recuperación física, por otro la profunda paz que impregno el alma del soberano en un momento tan difícil para él como para la casa real británica, con su nuera Kate convaleciente quién sabe cuánto tiempo y él mismo en reposo, de momento indefinidamente.
Serenidad que transmitió el sábado en un mensaje de agradecimiento a quienes, entre médicos y paramédicos, lo cuidaron, a quienes estuvieron cerca de él y por el abrazo de la nación, que sintió sobre sí como una cálida manta.
Consciente de haber violado la etiqueta habitualmente estricta de la Familia Real al revelar, aunque sea en términos vagos, que tiene un tumor, Carlos se mostró feliz: "Es igualmente alentador -escribió en su mensaje después de elogiar el compromiso de quien lo atendió y después de agradecer a la gente por su "apoyo y buenos deseos"- escuchar ahora cómo compartir mi diagnóstico ha ayudado a promover el entendimiento entre las personas y arrojar luz sobre el trabajo de todas aquellas organizaciones que apoyan a los pacientes que tienen cáncer y sus familias en todo el Reino Unido y en todo el mundo".
Una empatía que le tocó el corazón: "La admiración que sentí toda mi vida por su incansable atención y dedicación es aún mayor gracias a mi experiencia personal", añadió el rey, que fue recibido con el cariño de un centenar de curiosos y súbditos, aunque no se les autorizó ingresar a los terrenos de Sandringham, en el condado oriental de Norfolk, antes de Semana Santa.
Por ahora, se espera que el rey Carlos se abstenga de cualquier compromiso institucional y público, con un reparto de la carga entre su hijo y heredero al trono Guillermo, que gestiona la agenda de nombramientos desde Windsor, también sin el apoyo de su consorte, y su esposa Camila.
Quien el sábado desde la catedral de Salisbury, en el sur de Inglaterra, agradeció al país el cariño "muy reconfortante" mostrado a su marido y a la familia real, subrayando que su marido se encontraba "bien, dadas las circunstancias".
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