Aunque consciente de que el enigma del voto nacional pende sobre su liderazgo. El primer acto del semestre de Madrid al frente de la UE tiene lugar en Ucrania, la prioridad por excelencia en la lista de resoluciones de las cumbres de la UE.
Y el único inamovible también para la nueva presidencia española, ya desgarrada internamente por la elección que en tres semanas podría cambiar los equilibrios nacionales y europeos para todos los expedientes clave que se administrarán en Bruselas: desde la migración a la reforma del Pacto de Estabilidad, pasando por políticas verdes, la autonomía y resiliencia del Continente.
En medio de una campaña electoral que él mismo abrió con la convocatoria de elecciones anticipadas, el primer ministro socialista se presentó ante Volodimir Zelensky para aclarar los puntos firmes de su gobierno en nombre de un compromiso político "claro e inequívoco" de toda la UE para las solicitudes de Kiev, en primer lugar la solicitud de ingreso en la Unión.
Un apoyo que también es válido en el campo de batalla, donde los Veintisiete -en un adagio que se ha repetido al unísono desde el comienzo de la agresión rusa- están dispuestos a ayudar al pueblo ucraniano en la contraofensiva y "mientras sea necesario". Con la ambición de llegar a "una paz justa" que, destacó el jefe de estado español ante el parlamento de Kiev, "sólo Ucrania podrá establecer en los términos y tiempos".
Y, si la primera ayuda económica que trae Sánchez vale 55 millones de euros, la promesa castrense es que también continuará el suministro de armas, así como la integración euroatlántica sancionada con una declaración conjunta para reafirmar la aspiración ucraniana de actuar pronto como parte de la OTAN. Todos gestos "simbólicos" apreciados por Zelensky, quien sin embargo no dejó de observar cómo "algunos" países de la OTAN están "muy retrasados" en el acuerdo para el entrenamiento de los militares ucranianos.
Mientras el líder socialista articulaba sus palabras de cercanía con Kiev -y el rival del Partido Popular en casa, Alberto Núñez Feijoó, pasaba al contraataque-, dos mil kilómetros más al oeste, las instituciones comunitarias se afanaban en izar carteles con el logo de la nueva presidencia.
Llegó, en palabras de Ursula von der Leyen, "en un momento crucial".
Desplegados en Bruselas desde hace semanas para el traspaso de la presidencia sueca, los diplomáticos ibéricos han dicho que están listos para trabajar sin descanso hasta Navidad.
El programa, además, ya está fijado con el llamado "trío", es decir, los otros dos países que se turnarán al frente de la UE hasta finales de 2024: Bélgica primero y Hungría después.
Los cuatro puntos cardinales españoles señalan lo digital, lo verde, el pilar social y la unidad europea como metas a alcanzar. Pero, con la incertidumbre de las urnas, la única certeza parece ser el redescubrimiento de los lazos con Sudamérica, listos para ser revigorizados con la cumbre de la CELAC del 17 y 18 de julio. En la práctica, sin embargo, los partidos más importantes se jugarán sobre migración y gobernanza económica.
La posible victoria de los Popolari en Madrid, con la salida de escena del Gobierno de centroizquierda, deja campo abierto a la hipótesis, prefigurada por más de uno, de un freno al acuerdo sobre el Pacto por el asilo, objeto de las negociaciones dispuestas a iniciarse bajo la égida socialista de Madrid. Sin el empuje del país mediterráneo, existe un miedo generalizado en los edificios de la UE, el expediente podría naufragar con el riesgo de nuevas fricciones entre los Veintisiete y la perspectiva de la presidencia encabezada por el enemigo de la deslocalización Viktor Orban no está lejana.
En el terreno económico, Madrid está en cambio llamada a mediar entre halcones y palomas para llegar al ansiado -y por ahora no a la vista- acuerdo sobre el nuevo Pacto de Estabilidad. En la visión de Sánchez, la economía europea debe ser "más próspera pero también más justa". Al menos hasta el resultado de las urnas, el 23 de julio.
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