"Cuando restablezcamos el país dentro de los límites de 1991", dijo el subjefe de inteligencia del ministerio de Defensa, Vadym Skibitskyi.
"Esa es nuestra tierra, nuestra gente. Llevaremos nuestra bandera de vuelta a todos los rincones de Ucrania", sentenció el presidente ucraniano Volodimir Zelensky, recordando cómo "hace nueve años comenzó la agresión rusa en Crimea". "Restauraremos la paz en la Península", enfatizó.
No hay diálogo, la tensión se dispara y el presidente ruso, Vladimir Putin, vuelve a acusar a la OTAN de participar en la guerra "enviando decenas de miles de millones de dólares en armamento a Ucrania", mientras que Occidente "tiene un único objetivo: liquidar el Federación Rusa".
Por tanto, el zar apela a la unidad de su país. Porque "el pueblo ruso puede no sobrevivir a la disolución de la Federación Rusa".
Según Kiev, uno de los objetivos de la contraofensiva ucraniana será intentar "abrir una brecha en el frente ruso hacia el sur, entre Crimea y Rusia continental".
Ucrania "atacará depósitos de municiones en territorio ruso, incluida la región de Belgorod, los ataques comienzan desde allí", explicó Skibitsky. El momento preciso de la ofensiva dependerá de una serie de factores, incluido el suministro de armas occidentales.
Pero el objetivo es claro para Kiev que se encuentra del lado de Estados Unidos, dispuesto a reiterar que "no reconocen y nunca reconocerán la supuesta anexión de la península por parte de Rusia. Crimea es Ucrania".
En el otro lado del frente, es el patriarca Kirill quien sostiene que el Donbas es "un puesto de avanzada de Rusia", mientras que Putin reiteró su rechazo a lo que define como la "construcción de un nuevo mundo que tenga en cuenta únicamente los intereses de Estados Unidos" y defendió la opción de suspender su participación en el tratado sobre armas nucleares.
Para Putin, Moscú debe garantizar su propia seguridad, y no puede ignorar el potencial atómico de la OTAN, "porque todos los principales países de la Alianza han anunciado nuestra derrota estratégica como principal objetivo".
Mientras tanto, continúa el enfrentamiento en el Donbassy prosiguen las batallas en Bakhmut, con Kiev negando los éxitos reclamados por los mercenarios de Wagner en las aldeas de Yahidne y Berkhivka alrededor de la ciudad.
A raíz de la alarma ucraniana sobre una posible lluvia de ataques desde el Mar Negro, las fuerzas rusas retiraron el único barco con misiles Kalibr presente en la cuenca. Pero el peligro persiste y no hay lugar para una solución diplomática.
De hecho, el escepticismo occidental sobre el plan de paz chino sigue siendo fuerte, incluido el de Berlín, que en palabras del ministro de Defensa, Boris Pistorius, subraya cómo es necesario "juzgar a Pekín por sus acciones y no por sus palabras".
Según el "think tank" estadounidense ISW, en cualquier caso Putin no muestra signos de voluntad de compromiso, mientras que el líder bielorruso Aleksander Lukashenko estará en China del 28 de febrero al 2 de marzo para reunirse con Xi Jinping con la tarea de "ayudar a Rusia y China a evadir sanciones".
Sin una solución diplomática a la vista, la batalla para ambos bandos sigue siendo la de las armas. En una entrevista con CBS News, el director de la CIA, Bill Burns, confirmó la posibilidad de que China pueda enviar ayuda militar a Rusia, aunque Pekín aún no ha tomado una decisión al respecto. Estados Unidos ha aclarado "en reuniones a puerta cerrada" con representantes de Pekín que si esto llegara a suceder, habrá "costos reales" para los chinos.
Para Ucrania, el nudo de los cazas permanece, mientras que, según los medios, Zelensky compilará una lista de armas -incluidos F-16 y misiles de largo alcance- que necesita y la presentará para que la examinen algunos diputados republicanos estadounidenses. Y fue precisamente del presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes estadounidense, Michael McCaul, quien solicitó a la administración de Biden que enviara jets o misiles de largo alcance.
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