Las cancelaciones de exhibiciones de artistas rusos en Italia, juzgadas como actos discriminatorios por el Kremlin, y la provisión italiana de armas a Kiev en el marco de una política occidental que provoca una "escalada" del conflicto ucraniano, fueron los dos temas con los que Moscú expresó su insatisfacción con un mensaje enviado a Roma a través del embajador en Rusia, Giorgio Starace.
El ministerio ruso de Relaciones Exteriores hizo saber que "convocó al embajador italiano", al que expresó "desconcierto por la reciente cancelación" de performances de artistas rusos en Italia.
En el comunicado no se cita a qué eventos se refieren, pero es conocido que el último caso concierne a la anulación del concierto del pianista de fama internacional Denis Matsuev, acusado de ser un partidario de las políticas de Vladimir Putin, que debía presentarse en mayo en el Festival Internacional de Bergamo y Brescia, este año capitales de la cultura italiana.
Las cancelaciones de los eventos culturales "desafortunadamente testimonian una tendencia a discriminar a los artistas rusos", lamenta la diplomacia de Moscú, haciéndose eco de la protesta ya expresada por la embajada rusa en Italia, que recordó como la exclusión de Matsuev fue decidida tras el pedido en este sentido del embajador ucraniano, Yaroslav Melnyk.
"La embajada de Ucrania en Italia continuará continuará de censor en las salas de concierto y de los teatros italianos o hay esperanza de que Italia pueda aún defender su soberanía en este rubro?", se preguntó en forma polémica la misión diplomática rusa.
Más esfumada, en el coloquio mantenido con Starace, la referencia de las autoridades rusas a la entregas militares italianas a Ucrania. En su comunicado, la Cancillería dice que "informó" al embajador de las "evaluaciones" de Moscú respecto a "las actuales provisiones de armas y equipos militares al régimen de Kiev, incluidas armas ofensivas, el adiestramiento de personal militar ucraniano y, en general, la línea de Occidente para provocar una escalada del conflicto".
Las exclusiones de músicos, y en algunos casos también de composiciones u obras de literatura rusas, de eventos culturales en Occidente, particularmente afectaron a los funcionarios rusos, que no pierden la ocasión para denunciar lo que definen como una política del "culture cancel". Una política, hizo notar Moscú, que no tuvo lugar siquiera durante la pasada Guerra Fría.
El episodio de Matsuev fue precedido, siempre este año, de otros dos casos de jerarquía relativos también estos a artistas rusos juzgados sostenedores de la operación militar de Putin en Ucrania: el bailarín ruso (de origen ucraniano) Serguei Polunin, al que le cerraron las puertas del Teatro Arcimboldi de Milán, y la pianista ucraniano-estadounidense Valentina Lisitsa, que no pudo presentarse en la Fenice de Venecia.
En diciembre pasado Moscú mostró beneplácito por la decisión de La Scala de inaugurar la estación con el "Boris Godunov" de Musorgskij, no obstante las protestas del cónsul ucraniano en Milán, Adrii Kartysh.
En ocasión de la primera, la premier Giorgia Meloni, pidió no "mezclar dimensiones que son diferentes", la política y la cultural.
Recordando estas palabras, la Cancillería rusa precisó ahora que la exclusión de los artistas rusos de las escenas italianas "está en contraste con las declaraciones de representantes del liderazgo italiano acerca de la importancia de mantener un único espacio cultural europeo y mundial y la inadmisibilidad de erigir barreras basadas en la nacionalidad".
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