El libro del segundo hijo del rey Carlos III y de la difunta Lady Diana, cuyo lanzamiento oficial -firmado por el propio duque de Sussex y el ganador del premio Pulitzer J.R.
Moehringer- se espera para el martes 10.
Entre las serias discusiones surgidas a raíz de la difusión de los avances más jugosos extraídos de las 550 páginas del libro, se encuentra la relativa a la afirmación de Harry -único miembro de la realeza de la casa Windsor, que es un veterano de guerra al frente de su generación- sobre los "25 talibanes asesinados" durante misiones de helicópteros realizadas en Afganistán entre 2007 y 2013.
"No es una estadística que me llene de orgullo, pero tampoco me da vergüenza", escribe el príncipe de 38 años.
"En el fragor de la batalla -reconoce- no pensé en esas 25 personas. Para nosotros no eran más que peones que sacar del tablero, gente mala a la que eliminar antes de que pudiera matar a la gente buena".
Una ilustración de la psicología de la guerra (incluso en Occidente) que no gustó a los islámicos que volvieron al poder en Kabul tras la ignominiosa retirada completada en 2021 por todos los contingentes de la misión de veinte años liderada por Estados Unidos en el país asiático. Y no parece apreciada ni siquiera por varios excompañeros del príncioe.
El comentario fue aprovechado como una atracción máxima por los tabloides populistas de derecha de la isla más hostiles a Sussex, por las emisoras Brexiteer como Talk TV o GB News y por los medios o comentaristas del verdadero establishment para dar más oxígeno a la lluvia de críticas negativas contra la operación editorial del príncipe rebelde: empezando por sus ataques al resto de la Familia Real, a su padre Carlos y sobre todo a su hermano y heredero al trono William con su esposa Kate.
Entre las voces más perplejas se destaca la del coronel retirado Richard Kemp, excomandante británico en suelo afgano, quien reprochó al esposo de meghan de utilizar tonos al menos imprudentes, como para poner en duda la "reputación" del ejército de Su Majestad, sino también de "socavar su propia seguridad personal"; y tal vez reavivar sentimientos de "venganza" contra él u otros.
"No tengo problema en llamar a los insurgentes 'los malos', pero creo que está mal hacerlos parecer como aparecen en el libro", sugiriendo que los soldados occidentales estaban siendo llevados a considerarlos como "infrahumanos y peones para ser derribados en un tablero de ajedrez", continuó Kemp. No sin antes evocar una narrativa que dice es "engañosa" con respecto a "los valores" inculcados en los entrenamientos: una narrativa que no reflejaría la "realidad" y podría ser "explotada por quienes quieren perjudicar a las fuerzas armadas o al gobierno británico".
"En una longitud de onda similar está Adam Holloway, un parlamentario tory que es un veterano de la invasión de Irak.
Mientras que un notable talibán, Anas Haqqani, no dudó en acudir a Twitter en busca de una acusación que algunos podrían interpretar como una advertencia: "Señor Harry, los que mató -tronó- no eran piezas de ajedrez, eran humanos, tenían familias que estaban esperando su regreso!".
Por otro lado, los humanos que, a los ojos del coronel Kemp, el príncipe debe estar orgulloso de haber atacado y permanecer "orgullosos" de su currículum militar, de haber tenido "un impacto efectivo" contra el enemigo y del "coraje en acción" mostrada durante la campaña afgana.
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